La
semana pasada empecé la Maestría y sentí como si fuera un deja vu
muy particular. En primer lugar, la estoy cursando en donde estudié
la Licenciatura: en mi querida Universidad Iberoamericana. Ahora la
diferencia es que estoy becada, porque de otra forma no sería
posible.
En
segundo lugar, cuando salí de la Ibero estaba embarazada, ahora
regreso igual embarazada. Es como si me encontrara en el mismo lugar,
pero de manera muy diferente. Como si en medio de los pasillos de la
Universidad, me hubiera ido a una dimensión paralela, hubiera dejado
todo en pausa y hubiera retomado de nuevo donde me quedé caminando
para ir a mi salón. La dimensión paralela fue la vida, empezar una
familia, descubrirme desde otro lugar, crecer. Como dicen algunas de
mis compañeras: reinventarme.
Me
siento bien en esta nueva etapa estudiantil. El otro día fue la
ceremonia de bienvenida, y estaba tan conmovida que me dieron ganas
de llorar: “lo logré, ya estoy aquí” me decía, porque todo el
proceso de entrada y de aceptación de beca fue arduo. Lo logré
porque llevo más de cuatro años queriendo hacer esto. Lo logré
porque creí en mi y en mis circunstancias, las acepté y di el paso.
Ahora es seguir caminando firme, disfrutar las materias, emocionarme
al cargar mi mochila, descubrir a mis compañeros y compañeras.
Maestría
con una hija de diez años y un bebé en camino. Si me hubieran
platicado que así sería, no lo hubiera creído. Y aún así aquí
estoy, es real. La red de apoyo es sorprendente: la hija, el esposo,
los abuelos, las amigas. Sinceramente creí que sería yo contra
corriente, pero no, se fueron abriendo puentes de apoyo.
Definitivamente energía positiva, se responde con energía positiva.
Lo
más interesante de este proceso son los horarios. Mis clases son en
la tarde y noche. Algunos días, voy saliendo de la Universidad a las
10 de la noche, sinceramente a esa hora yo ya estaba en pijama, lista
para acostar a mi hija y dormirme 5 minutos después; pero ahora
descubro que hay vida en las noches de la Ciudad de México. Un
paisaje que ya no estaba acostumbrada, pero me gusta: las luces de
las calles, la gente regresando del trabajo, a veces el tránsito, la
música. La Ciudad también ha cambiado.
Los
ciclos siguen. Ahora toca este, y por donde va, es una vuelta a la
espiral maravillosa.
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