29.10.19

Primeros pasos en día de muertos


Hace un año, Fermín tenía cinco meses. Apenas se adaptaba al mundo fuera de la panza. Las sensaciones de su entorno eran diferentes. Ahora ya camina, interactúa y se da cuenta de lo que pasa a su alrededor.

El sábado pasado fuimos a la Procesión de Catrinas y Catrines. Estuvimos sobre Paseo de la Reforma. Había vendimia, disfraces, alebrijes, calaveras, colores, sonidos, gente; mucha gente. Al principio, Fermín estaba un tanto asustado. Volteaba para todos lados. Atento. Sus ojos se abrían cada vez más.

Sofía quería maquillarse la cara, había varios puestos de maquillaje de catrina, así que elegimos uno y Sofía se empezó a caracterizar. Yo también quería, pero no toda la cara, solo unos detalles. Mientras maquillaban a Sofía, me fui a caminar con Fermín para que se familiarizara con el ambiente. Le empecé a explicar sobre el día de muertos, sobre cómo lo celebrábamos en su país, en México, en éste lugar donde decidió nacer. También le conté de los alebrijes, de la leyenda, del trabajo de los artesanos, de las tradiciones. Fermín se fue tranquilizando. Seguía viendo por todos lados; todavía en atención, pero ahora con otros ojos. Su respiración también se suavizó.




Fermín me dejó pensando en su paso de ser un desconocido ante ésto que estaba viviendo, a entrar en los primeros pasos de su cultura. Conocer lo que significa México, practicar el ser mexicano, ser competente cultural. 


Me dejó pensando en mi infancia ¿cuándo habrá sido la primera vez que me encontré con el día de muertos? ¿cómo lo viví? Me acuerdo que me encantaba acompañar a mi mamá al Mercado de Jamaica a comprar flores. Después, yo tomé la batuta de hacer la ofrenda en casa de mis papás, planeaba mis días para ir al mercado, comprar papel picado, copal, flores, calaveritas, en fin; para mí era una festividad muy especial. Lo sigue siendo.

Ahora le tocó a Fermín. Bienvenido a la cultura, hijo. Éste también es México querido.

10.10.19

The Cure y Sofía: un ritual de iniciación

Fue el primer concierto de rock de mi hija. Qué mejor manera de hacer oficial la entrada de la adolescencia que con el concierto de The Cure. Su ritual de iniciación. Fuimos sus tíos, su papá y yo acompañándola en éste descubrimiento de una nueva etapa.

Desde quedarnos de ver antes del concierto, irnos juntos, caminar alrededor del Autódromo, hacer las filas, pasar el filtro de seguridad. Dar los consejos típicos: “cuidado con la bolsa”, “aquí todos juntos”, “hay que seguir caminando”, finalmente entrar. Sentir la emoción de la gente vibrando por ver de nuevo a The Cure, 40 años de trayectoria. El Robert que escuché en mi secundaria, ahora se lo presento a mi hija, vaya vueltas de la vida.



Una vez que escogimos dónde nos íbamos a acomodar (fuimos con boleto general, para vivir toda la experiencia completa) Empezamos la famosa plática de con qué canción empezaría el concierto, Sofía sólo nos veía y sonreía emocionada, como si descubriera otra cara de sus tíos y de sus papás. Sí, también me gusta ir a conciertos y bailar y gritar; ella también soy yo, tu mamá.


Empezó el concierto. Luces, baile, canto, gritos, abrazos de emoción. Sofía no paró en todo el concierto, nadie lo hizo. Canción tras canción era compartir, vibrar, curarnos de lo que hubiera que curarnos. The Cure me ayudó a entender y aceptar que Sofía ya está en primero de secundaria, fue nuestro punto de encuentro para ésta nueva etapa.

El concierto terminó y todos estábamos con una sonrisa de oreja a oreja. Sofía no dejaba de decir que le había encantado, que las introducciones eternas le habían encantado, que era un grupo increíble. Algo descubrió la noche del martes, me queda claro. Regresamos a casa, las piernas nos dolían, el sueño nos ganaba, pero ahí seguía la energía que nos regaló The Cure.

Al otro día, descubrí a mi hija riéndose con ella misma, como cuando uno se acuerda de algo. Después de reír, repetía “qué buen concierto el de ayer”. Yo regresé a ser mamá (realmente nunca lo dejé de ser, sólo Sofía descubrió otra faceta de su mamá), ella regresó al universo de la escuela y a escuchar su música (ahora tiene más claro que Imagine Dragons, en algún momento, tuvieron que escuchar a The Cure), su papá regresó al trabajo. En la semana, todos hemos tenido una energía diferente: yo me he sentido con mucha motivación, veo a Sofía muy inspirada en hacer sus cosas y a su papá también.
La magia del concierto.

Me di cuenta que vivir un ritual de iniciación a la adolescencia de mi hija fue importante, no sólo para ella, sino para mí. Creo que yo lo necesitaba más que ella. Fue acomodar las emociones y entender que esta nueva etapa también está llena de momentos entrañables, como cuando fueron sus primeros pasos o su primer palabra o la entrada al kinder. Éste fue su primer concierto.