El otro día pasé
por la Plaza Río de Janeiro en la Colonia Roma. Hace años que no
caminaba por ahí. Todo se veía igual, pero de alguna manera parecía
diferente. Me llamó tanto la atención esta sensación de extrañeza
que empecé a ver detenidamente cada espacio de la plaza: Eran los
juegos. A mi hija le encantaba ir a jugar a este parque después de
salir del kinder, corría por todos los juegos, subía a todas las
resbaladillas, hacía amigos y amigas. Se la pasaba muy bien a sus
tres años de edad. Recuerdo que le costaba trabajo escalar, y la
resbaladilla parecía tan alta que era toda una azaña que bajara por
ahí. Parecían enormes estos juegos.
Ahora los veía,
siete años después, con mi hija de diez y los juegos se me hicieron
tan pequeños. El espacio me pareció diminuto. Sonreí. Me di cuenta
que quien creció fue mi hija, pero curiosamente mi visión de la
realidad creció también. Las dos crecimos. Un espacio que parecía
inacabable para mí, mamá de una hija de tres años; ahora tenía
otra dimensión, ahora mamá de una niña de diez años. Las dos nos
encontramos en otra dinámica de divertirse y hacer amigos y amigas.
Esta fue mi bienvenida oficial a los diez años de mi hija. Donde
todavía quedan juegos, ilusiones, resbaladillas y columpios; tal vez
siempre los habrá, pero ahora desde otro lugar y dinámica.
Así vamos
creciendo, y la ciudad nos acompaña.
Para recordar esos
momentos de mi hija de tres años de edad, comparto este video que
publiqué hace siete años, un día regresando de jugar en la Río de
Janeiro.
Tú ¿cómo vives el
crecimiento de tus hijos e hijas?
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