20.5.16

Hablemos de violencia con niños y niñas

Como aparece en estadomayor.mx


Niños y niñas necesitan hablar de violencia. Los adultos organizar y escuchar. Hablemos con hijos e hijas de violencia desde experiencia propia, desde las dudas y las inquietudes. En su propio enfrentamiento con la violencia en sí misma y entonces impulsar a convertirla. Buscar soluciones en conjunto, aclarar temas que ya tienen identificados como la compasión o el respeto. Hay que dialogar, tener un análisis, hacer una reflexión, proponer la catarsis.


“Hablo aquí de esto porque en mi casa no me dejan” fue el comentario de un niño de ocho años mientras mostraba su emoción por las películas de terror. Había visto todas las posibles por ver, en cuanto decía un título todos sus compañeros que le rodeaban afirmaban su emoción. De pronto me di cuenta que los niños y niñas con los que compartía la plática habían visto desde Chucky el muñeco diabólico, hasta todas las de Destino Final. Algunos ya habían visto el Exorcista y les daba risa. Entonces se me ocurrió entrar en su universo, sin alarmarme de los contenidos que habían visto a su corta edad; les pregunté ¿y qué opinan de todas esas películas? “Son sólo películas” dijo un niño de siete años. “Sí todo está hecho por computadoras”, dijo una niña de nueve. A lo que yo pregunté “Entonces ¿qué les da miedo?” Se quedaron pensando un buen rato. Algunos dijeron a las arañas o los ratones, unos más a su maestra de español o a la directora de la escuela. Todas y todos afirmaron que les daba miedo que los molestaran en la escuela.


Hace poco menos de un año impartí un taller para niños y niñas de entre 7 y 11 años sobre cine: Cinema Monstruoso. Realmente el pretexto es el cine y que realicen un cortometraje; la meta principal es que enfrenten sus miedos de manera creativa y canalicen sus temores a través de la creación de historias monstruosas. Entrar en contacto con su lado oscuro y llevarlo a la luz. La dinámica de inicio del taller es hacer un círculo donde todas y todos nos presentamos y contamos nuestra experiencia con películas de terror, así es como empezó esta plática. Ahí estaba yo, con veinte personas, niños y niñas, hablando de sangre, terror, muerte, destrucción, zoombies, violencia ficticia y empezaban a hablar de violencia real con la misma determinación que con las películas.


Cada quien contó alguna experiencia que les había molestado en su escuela: Le dejaron de hablar, lo encerraron en el baño, le dijeron palabras hirientes, se burlaron de su forma de expresarse; pero lo más interesante es que también habían sido parte de molestar a los demás. Asumían las dos partes, parecían expertos del tema bullying como lo parecían al hablar de películas de terror. Pasaron cuarenta minutos y seguían hablando de sus experiencias en la escuela. Les pregunté qué proponían para mejorar la convivencia. Si sus respuestas hasta ahora me habían sorprendido, lo que venía me dejaba con la boca y la conciencia más que abierta: niños y niñas usaban términos como compasión, escuchar a la otra persona, entender a mis compañeros, respetarlos como son. Me quedó claro que los términos los sabían, pero no sé si los comprendían del todo. Estaba enfrente de individuos que se sabían términos de bullying y compasión; que hablaban de estos temas desde su experiencia propia, pero que era la primera vez (muchos afirmaron este hecho) de que hablaban en voz alta de ello. Era la primera vez que verbalizaban la violencia en su entorno: desde su pantalla, pasando por su escuela, terminando en su familia. Una actividad de inicio de un taller de cine, que tenía un tiempo estimado de 15 minutos, se convirtió en un círculo de reflexión y un espacio de desahogo entre los propios niños y niñas que se extendió hasta 50 minutos.


Mi conclusión es que niños y niñas necesitan hablar de violencia.


El hablar de violencia no desde una visión moral de lo que es malo o bueno, sino desde el fenómeno en sí mismo. A veces como adultos estamos acostumbrados a establecer las reglas, los límites, pero después de esta experiencia en donde sólo solté preguntas y ellos iban reflexionando desde sus respuestas o los comentarios de los demás, me di cuenta que niñas y niños necesitan diálogo, no instrucción. No saturemos con un deber ser, sino encontremos un cómo responder desde el análisis y la reflexión en conjunto.


Esta es una invitación para los y las adultos: aprendamos a escuchar, a poner los temas sobre la mesa, preguntar sobre ellos, guardar silencio y escuchar. Niños y niñas tienen mucho por decir.



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