Como aparece en el blog Estado Mayor
La mitad de los 42
millones de menores de 18 años que habitan el país viven bajo
alguna situación de violencia. Esta declaración la expuso en abril
de 2015 la oficina en México del Fondo de las Naciones Unidas para
la Infancia (UNICEF) y el Consejo Nacional para Prevenir la
Discriminación (Conapred). Sobre este análisis, Ricardo Bucio
Mújica, titular de la Conapred afirmó “Su relación con la
violencia tiene el peligro de convertirse en una forma de
socialización(…) la ven en los videojuegos; en la televisión; en
las barras infantiles; la ven en la escuela; la viven a través de la
violencia intrafamiliar; la ven todos los días en las noticias; la
ven en la calle, donde hay situación de inseguridad”. Ante esto
(como se publica en El Economista el 29 de abril del 2015) la
representante en México de la UNICEF Isabel Crowley expuso que en
México se experimentan varias formas de violencia: física o
invisible. “Lo que queremos para México es una cultura de paz
donde todo mundo, y los niños en particular, puedan vivir en paz,
(se) puedan desarrollar en su pleno potencial, puedan ser
felices...puedan ser niños”, propuso Crowley.*
Cultura de paz. La
primera vez que escuché este término no me quedó claro de qué
trataba. Después que le di un momento de reflexión, lo único que
me imaginaba era un círculo de niños y niñas al puro estilo Epcot
Center, tomados de las manos y cantando, mientras una paloma blanca
volaba por los cielos. La idea romántica de paz con la que había
crecido hasta ahora. Cultura de paz es un concepto que vale la pena
detenerse a pensar y empezar a actuar.
Resulta que desde el
término de la segunda guerra mundial se ha estado cuestionando qué
es paz, la cual en su momento se definió como la ausencia de guerra,
pero ante esta afirmación se dieron otras preguntas ¿qué es
guerra? ¿realmente el ser humano es violento por naturaleza como lo
estableció Maquiavelo, entre otros filósofos? La discusión ha
estado en constante activación.
El primer significado de
guerra que propone la Real Academia de la Lengua Española es:
“desvanecimiento de la paz entre dos o más potencias”, después
la definiría como “la lucha armada entre dos o más naciones o
entre bandos de una misma nación (…) pugna”. Pareciera que en
las definiciones inmediatas la guerra es la ausencia de paz y la paz
se define como la ausencia de guerra. Dicotomía de conceptos, casi
una lucha mítica entre el bien y el mal, pero ¿qué pasa con la
agresividad, la sumisión, la violencia, el desinterés o la
pasividad? Ante la falta de definiciones, se manifiestan conceptos
que desdibujan o desinforman las formas de convivencia humana.
La guerra, como la
conocemos, determina el resultado de una disputa entre dos puntos de
vista, existe una ruptura entre acuerdos establecidos entre dos o más
personas, y la forma de resolverlo es a través de la respuesta
violenta: la guerra. Ante un desacuerdo, hay que reaccionar. Eso es
lo que se ha establecido. En esta idea, pongo un alto y reflexiono
que el factor que promovió la guerra es la disputa, el conflicto.
Pareciera que ante un conflicto la respuesta es la guerra, pero a lo
largo de la historia han existido personajes que han ejemplificado
otro tipo de respuestas; el más conocido fue Gandhi, quien liberó a
la India del imperio Británico sin ningún acto de violencia social.
Para el teórico Johan Galtung la contraposición de la paz no es la
guerra, sino la violencia. La guerra es el acto final, reactivo por
excelencia; la puesta en práctica de todos los niveles de violencia.
El conflicto. Ese momento
de ruptura del orden establecido. El momento de la toma de decisión,
dar respuesta, resolver. En esta dicotomía entre el bien y el mal,
entre guerra y paz, el conflicto estaría en la balanza del lado
oscuro Quisiéramos que no existieran conflictos en nuestras vidas,
ni en el mundo; que todo fuera estabilidad y felicidad como aquella
que recuerdo de niños y niñas en círculo cantando “Un mundo
feliz”. Que todo estuviera en paz. Pero lo cierto es que el
conflicto es parte de la existencia, hay conflictos a cada momento:
¿qué voy a comer hoy? ¿cómo voy a resolver el pago de mañana?
¿cómo le voy a decir a mi pareja que no me gusta el tono en que me
habló en la mañana? Estamos rodeados/as de conflictos y no sólo
con los demás, sino con nosotros/as mismos/as: ¿cómo le hago para
bajar esos kilos de más? ¿cómo puedo quitarme el miedo a dejar
este trabajo que ya no quiero? ¿realmente, qué quiero hacer de mi
vida? Algunos de estos temas respondemos y otros los dejamos de lado
hasta que ya no hay manera de evitarlos. El llamado a la aventura
diría el escritor Joseph Campbell.
Ante el conflicto existen
dos respuestas: la reactiva y la creativa. La reactiva es una
resolución inmediata, sin pasar por una reflexión; es una
manifestación violenta y provocativa, que invita una respuesta
reactiva de la contraparte. La creativa es una respuesta que pasa por
la reflexión, por lo tanto no es inmediata, no es violenta sino que
lleva al diálogo e invita a que haya una construcción para mejorar
la situación. Si el jefe o jefa cuestionan tu trabajo, en vez de
reaccionar y responder; sería hacer una pausa pensar qué dijo la
otra persona y empezar un diálogo de la situación. Eso no te hace
sumiso/a, ni dejado/a; es un acto reflexivo y propositivo. Esa es la
diferencia entre la violencia y la paz: la capacidad de decidir cómo
resolver un conflicto.
Cultura de paz. No hay
paloma blanca. No hay niños y niñas cantando. No hay alegría
constante, ni armonía pintada de colores pastel. La cultura de paz
es un enfrentamiento constante para crecer, para llevar nuestras
respuestas a un nivel de creatividad y propuesta social. Para actuar
en cultura de paz se necesita valentía, estar dispuesto/a a convivir
con hábitos violentos personales y sociales tan arraigados como la
idea de que el ser humano es violento por naturaleza. La resolución
de conflictos de manera creativa le llevó a los hombres y mujeres de
las cavernas entender cómo crear el fuego o cómo trabajar la
tierra. Así, en cada momento de nuestras vidas podemos crear una
nueva forma de convivir. Si se empieza desde la cotidianidad de
nuestras vidas, entonces podemos hablar de paz entre naciones; ese
concepto que se ve tan lejano e imposible de resolver, se siente más
cerca si se actúa desde nuestras propias circunstancias.
Cultura de paz en niños
y niñas. La necesitan. El tema no es etiquetar la violencia:
bullying, ciberbullying, maltrato, víctima, victimario/a. El tema es
proponer resoluciones: autocuidado, diálogo, reflexión, contención,
empoderamiento.
Una forma de ir
practicando la resolución de conflictos de forma creativa, es a
través de los cuentos. Utilicen los cuentos clásicos y en el
momento del conflicto pregúntenle a niños y niñas cómo
responderían: si tu fueras cenicienta ¿qué harías con los tratos
que te dan las hermanastras?; si tu fueras el patito feo ¿qué
pensarías sobre ti? Esta actividad promueve la reflexión y el poner
límites a la violencia desde una respuesta creativa.
La paz existe, podemos
vivir en ella. Decidamos asumir los conflictos y respondamos con
creatividad, es el mejor ejemplo que le podemos dar a nuestro niños,
niñas y jóvenes.
*Fuente:http://eleconomista.com.mx/sociedad/2015/04/29/situacion-violencia-21-millones-ninos-mexico