Les cuento de nuestra experiencia en el Museo Frida Kahlo y todo lo que descubrí con mi hija en este lugar.
El sábado se me ocurrió llevar a
Sofía al Museo Frida Kahlo. La casa azúl. Cuando llegamos había
fila, mucha gente había pensado lo mismo y me dio gusto. Que haya
filas de espera en los Museos, qué maravilla.
Volviendo a Frida Kahlo.
En el camino al Museo, le conté a
Sofía quién había sido Frida, por qué era tan importante y cuál
había sido su obra. Sofía no tenía muy claro a dónde íbamos y
mucho menos qué íbamos a ver. Antes de entrar le propuse tres
dinámicas: 1. que me dijera qué cuadro es el que más le había
gustado. 2. que me dijera qué colores veía que se repetían en sus
pinturas 3. Qué era lo que más le había llamado la atención de la
casa. Con esas tres instrucciones, entramos a la Casa Azúl.
Entramos a otro Universo.
Cuando entramos, vímos un cúmulo de
gente alrededor de un artista, una especie de conferencia de prensa.
La curiosidad me ganó y pregunté quién estaba ahí -Peter Murphy-
me dijo la chica del Museo. Desde ahí comenzó mi momento estético.
A lo lejos escuché al cantante decir: “Let´s forget the heroes”.
Olvidemos a los héroes, seamos nuestros propios héroes, cada uno de
nosotros tiene algo especial. Así entramos a la Casa de Frida, yo
sintiéndome héroe de mi vida y Sofía con ansias de conocer a
Kahlo, como le empezó a nombrar.
Cuando entramos vimos el cuadro de una
muchacha sentada, empezamos a platicar de la obra. Fue una delicia
platicar con mi hija lo qué veía en un cuadro. Fue como empezar
otra relación, como si apenas nos conociéramos y compartiéramos un
momento sublime. Fue una plática entre amigas, maravilla que
establece el arte: hablar desde el corazón.
Después de estar un rato en la primer
sala, Sofía vio unos changuitos pegados en la pared. Aquí me
detengo un poco para admirar la Museografía del lugar. De forma
lúdica están los changuitos puestos en toda la Casa, tanto que
Sofía de la nada empezó a buscar por qué había figuras de changos
abajo de algunos cuadros, hasta que encontramos una bandeja que tenía
unas tarjetas en forma de changos. Estas tarjetas tenían
explicaciones para niñas y niños, además de retos: encontrar
cuántos autorretratos de Frida había en toda la exposición,
descifrar por qué era La Casa Azúl, contar cuántas mariposas había
coleccionado Frida, etc.
Sofía y yo nos dimos una gran
divertida con los changuitos. Lo que me encantó es que informaban a
los niños elementos importantes de la vida de Frida, pero al mismo
tiempo los hacían partícipes del lugar. Contamos siete
autorretratos, Sofía contó 32 mariposas, yo me enteré que Diego
Rivera tuvo un hermano gemelo (este dato se lo preguntamos a uno de
los custodios del Museo, porque el reto del changuito decía eso! Y
un chico muy amable nos informó) y nos detuvimos un buen rato en el
cuadro que hizo Frida sobre su paleta o estudio de colores. Ahí
descubrimos que para ella el azúl significaba amor. La casa Azúl es
igual a La Casa del Amor.
Y sí, en todo el recorrido experimenté
amor. Amor por compartir un momento estético con mi hija, amor por
la pintura, amor por México, amor por la búsqueda interior que cada
persona tiene. Hace años que no visitaba La Casa Azúl, ahora la
visité como mamá y me di cuenta que Frida Kahlo tenía una
necesidad de ser madre, de esas necesidades que vienen desde las
entrañas. Desde este punto me conecté y me sentí tan identificada
con ella. Curiosamente sentí que su Casa nos abrazó a mi hija y a
mi.
Con esta sensación de amor, nos
sentamos en la cafetería a platicar de lo que habíamos visto. De
las tres dinámicas Sofía me contestó: 1. la pintura que más le
había gustado fue la primera que vimos, la de la muchacha, 2. estaba
feliz porque a Frida le gustaba el mismo color que a ella: el azúl,
y 3. lo que más le gustó de la Casa, fueron los jarritos de la
cocina.
A mi lo que más me gustó fue estar
con Sofía.
La aventura no termina ahí, después
de visitar La Casa, fuimos a la exposición temporal “Las
apariencias engañan: Vestidos de Frida Kahlo” y vaya que nos
asombró. Sobre esto les contaré en la próxima publicación.
Recomendaciones para visitar el Museo:
- Lleguen antes de las 13hrs. Hay fila pero no tanta.
- El tiempo que hicimos de recorrido fue de una hora con quince minutos, ideal para los niños.
- Después de la visita a la casa, disfruten el jardín, es una maravilla sentarse y pasar un rato disfrutando la vegetación. En el jardín del anexo hay unas tortugas. Sofía disfrutó mucho verlas nadar.
Para los papás: Después de la visita,
siéntense un rato en la cafetería, hay un Menú muy bueno. Dan
enchiladas, sopes y demás antojitos mexicanos. Además venden
cerveza y cae muy bien para el ambiente de la casa y el calor de
verano.
Costo total de visita: $140.00
1 adulto nacional: $60.00
Niños menores de seis años, no pagan
Antojitos, cerveza y agua simple:
$80.00
Para
más información sobre el Museo de Frida Kahlo visiten:
www.museofridakahlo.org.mx
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