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| Mural de Tamayo en el Museo Naciona de Antropología |
Sinceramente, yo fui solamente de chismosa porque a mi esposo lo invitaron para presentar un documental que hizo hace varios años, sobre las voces en extinción en México.El nahuatl, que se escucha su eco cada vez más quedo en Milpa Alta dentro de nuestra maravillosa Ciudad. También el pai-pai y el kiliwa, lenguas que se hablan cada vez menos en Ensenada, Baja California.
Sofía y yo fuimos a echar porras. Cuando el papá de Sofía subió al podium, la pequeña levantaba su mano regordeta y saludaba a su papá desde el público, estaba muy emocionada de la “clase” que iba dar a su papá. La vi tan contenta que pensé que hay que llevar a nuestros hijos a nuestros eventos importantes. También se vale. Así como nosotros vamos a su festival de danza o al de primavera, ellos también nos pueden acompañar en nuestros momentos profesionales y personales más importantes. El mensaje es el mismo, su presencia es igual de importante como la nuestra, en sus momentos más especiales. ¿no creen?
En fin, que solo íbamos para chismorrear y ser club de fans. A la mitad del documental de su papá, Sofía se durmió, con una sonrisa de satisfacción en el rostro, eso sí. Después de ver los documentales de los expositores siguió un análisis que me cautivó y por eso lo plasmo en estas líneas. Que ese pensamiento siga la cadenita y algún día se haga realidad.
Resulta que el Doctor Francisco Barriga, moderador en ese espacio y coordinador nacional de antropología del INAH, soltó la pregunta de “¿sería válido que los propios indígenas hagan sus documentales?” Entonces empezó la controversia de que sí era válido pero era difícil que se acercaran a la tecnología del video; otros decían que el video no era parte de su cosmovisión, que ellos estaban más relacionados con las palabras; otros decían que la otredad es importante para entendernos como mexicanos. De pronto fue una discusión ante la nada, una serie de perspectivas de un pensamiento desconocido porque en la sala no había ningún indígena que nos pudiera contestar. Barriga terminó la discución con la anécdota de que el año pasado asistió al mismo encuentro, uno de los últimos kiliwas que hablan su lengua y le dijo al auditorio: “llevo 30 años escuchando las mismas preguntas de ustedes, mejor preguntenme algo más”. Todos en la sala nos reimos por la realidad de este caso, queremos saber las mismas cosas: “¿qué siente que su lengua se está perdiendo?, ¿qué opina de que los jóvenes prefieren hablar inglés?, etc. etc.” en vez de ejercer la total otredad y hablar de futbol o el clima.
Me quedo con el otro lado de la reflexión: ¿estamos preparados nosotros, los coletos, los que hablamos español, en ver un programa de televisión en nahuatl o maya o kiliwa? ¿estamos listos para escuchar lo que nos tienen qué contar? Me gustaría creer que sí. Me inspira la idea que algún día dentro de las televisoras y radiodifusoras nacionales, haya rating para programas de calidad, hechos con buenas producciones, con buenos realizadores, con muchos guionistas y que estén hablados en lengua indígena. Dentro de las televisoras estatales empiezan estos espacios, pongámosle atención, enseñémosle a nuestros hijos a ser audiencia plural, que así como vemos varios programas en inglés, incluso sin subtitulos, también podemos ver programas en las lenguas que habitaron nuestra tierra. ¿o ustedes qué opinan?
Para los papás: Para dar el primer paso, les cuento que el próximo martes 4 de octubre empieza el curso introductorio de cultura y lengua nahuatl en el Museo Nacional de Antropología. Les recomiendo estos cursos, son muy interesantes y los maestros son muy buenos.
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