14.12.10

Un concierto de Navidad.

El domingo pasado fuimos al Concierto de Navidad con la Orquesta Sinfónica de Minería. Fue una experiencia muy interesante. Para Sofía fue algo completamente nuevo y placentero. Les cuento un poco:


Mi suegra nos invitó al concierto. En cuanto me enteré me emocioné. Hace mucho no iba a un concierto de una Orquesta Sinfónica. Recuerdo que antes iba cada fin de semana a Bellas Artes a escuchar La Orquesta Sinfónica Nacional, en los tiempos que Arturo Diemecke era el Director. Tenía repertorios muy interesantes y variados. Cada sábado o domingo al medio día era una sorpresa musical; desde Chopin o Tchaikovsky; hasta tangos o corridos mexicanos en el sonido sinfónico y el ambiente de Bellas Artes. Recuerdo un día que presentaron la obra de Los Planetas, del inglés Gustav Holst, una suite de siete movimientos donde cada uno representa un planeta y una deidad de la mitología grecoromana. Ese día la sala retumbó junto con el corazón de todos los espectadores.


Debo confesar que soy un tanto conservadora en este tipo de eventos, pero es inevitable, simplemente me gusta todo el ritual: vestirse de gala para escuchar música tan compleja que merece todo el respeto y solemnidad, ver a los músicos vestidos de negro para los conciertos de noche y de blanco cuando la presentación es al mediodía. Siento una emoción indescriptible cuando el primer violinista sale y da órdenes para afinar. Ese sonido, de cuando los instrumentos están afinando y buscando la nota perfecta, simplemente me encanta, quiere decir que ya están listos para maravillarnos con las notas, listos para cuando el Director de la instrucción.


Todo esto lo vivió Sofía por primera vez, desde llevar su vestido de gala, hasta saber qué pasa cuando sale el Director y empieza el concierto. Así empezó el Concierto de Navidad con la Orquesta Sinfónica de Minería, junto con cuatro coros de alta calidad. Primero tocaron un popurrí de navidad, después tocaron El niño del Tambor, para ese momento Sofía estaba más que atenta a lo que escuchaba, mientras su papá le explicaba a qué sonaba cada instrumento. Después cantamos, y digo cantamos porque León Spierer, Director de la Orquesta, nos invitó a cantar mientras dirigía nuestras entradas y salidas del coro; imagínese, todo el Auditorio Nacional cantando bajo la batuta de este grandioso Director. Todos cantamos al unísono para pedir la posada.


Para la segunda mitad del concierto, Sofía levantaba sus brazos, como si quisiera volar a través de la música y después los movía como dando instrucciones a los músicos, de la misma forma que el Director Spierer. Al final sonó Aleluya, El Mesías, de George Friederic Handel; solo de recordarlo mi corazón se estremece. Fue un momento imponente. Los coros cantando “Aleluya, Aleluya”, mientras llegaban a las notas más agudas, para subir de nuevo a la escala musical. Sofía estaba con los ojos y la boca abierta, yo estaba agarrada de la silla, tratando de asimilar cada nota. Fue un gran momento.


Me gustó ir al concierto, me gustó ver el Auditorio Nacional lleno. Repito las palabras de mi suegra cuando entramos al recinto: “¿No que la cultura no le interesaba a la gente? ¡Esta lleno!” Claro que le interesa a la gente, ¡que gusto que estaba lleno!, y mucho más gusto saber que hay eventos de alta calidad en nuestro país.


Les recomiendo que lleven a sus hijos a eventos de artes clásicas, como la música o el ballet. Sigamos con la tradición de las ceremonias y los rituales para disfrutar de las Bellas Artes. Aprovechando esta temporada, les recomiendo el Cascanueces, con la Compañía Nacional de Danza. Tendrá una corta temporada del 17 al 23 de diciembre en el Auditorio Nacional. Es una obra muy linda, sus hijos se divertirán.


Para los papás: Les platico que después del concierto nos fuimos a cenar al Mercado de Medellín: Unos pambazos, después un pozole, y como postre un buñuelo, acompañado de atole de arroz. Cenamos de maravilla alrededor de la verbena de luces y árboles de navidad. Les recomiendo que hagan lo mismo, no se arrepentirán y de paso pueden comprar esas cuentas de luces o esos adornos para el árbol, que les hacen falta.
















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