Recuerdo
cuando jugábamos carreritas a la orilla del Lago de Chapultepec,
segunda sección. La pista era de poste a poste. No eran más de 30
metros, pero yo lo veía como una pista enorme, la carrera de la
vida. Yo tenía alrededor de tres, cuatro años. Son de esos primeros
recuerdos que se forman en la mente. Las carreritas eran mis hermanos
y yo, pero mi entrenador personal era mi papá. Recuerdo que me
aconsejaba que cuando corriera pusiera mis manos completamente
abiertas, con los dedos juntos, como navajas que cortan el viento,
así podría ir más rápido. La cabeza siempre hacia delante y nunca
voltear a ver cómo van los demás. La competencia era entre la meta
y yo.
Debo
admitir, muy a pesar de lo que mis hermanos recuerden, que gané un
par de veces. Cuando llegaba al poste, era toda una celebración. Un
logro del esfuerzo realizado, y a la vez un agradecimiento de los
consejos de mi papá. Llegar a la meta era una comprobación de que
mi papá tenía un pleno conocimiento de la vida. Cada cosa que decía
se comprobaba como cierta.
Después
crecí. El lago de Chapultepec ya no parecía tan grande como cuando
tenía tres años. La distancia entre los dos postes la podía
recorrer a pocos pasos sin cansarme; y mi papá se volvió cada vez
más imperfecto, más humano. Tal vez eso es necesario para crecer,
ver las cosas desde diferente perspectiva; empezar a crear teorías
propias, conocimiento de primera mano, experimentar el mundo. Así
crecí. Me hice mamá y llevé un par de veces a mi hija a
Chapultepec para contarle la anécdota de las carreras.
Ahora
mi papá tiene un nuevo nombre: “el abuelo”. Sigue compartiendo
sus teorías sobre correr, pero sobre todo de vivir. Ahora veo que
hay muchas cosas de mi papá en mi; en mi propia versión, con mis
propios mecanismos, según mi propia experiencia, pero con un sello
distintivo de mi padre. El abuelo, un experto en selfies familiares y
todo un comunicador en los chats de whatsapp. Ahora el abuelo le
enseña a mi hija a ser feliz. A mí, me deja con el aprendizaje de
seguir el camino a mis propias metas, decidida, viendo de frente,
como aquellas tardes, de poste a poste, junto al lago de Chapultepec.
Gracias
papá.
A
todos los Papás DF, les deseo un día del padre lleno de alegría
con su familia. Y ya que estamos hablando de recuerdos ¿Qué momento
especial recuerdan con sus hijos o con sus papás en la ciudad de
México?
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