Ayer estaba platicando con una mamá del ballet de mi hija, y salió un tema bastante interesante: Cada vez es más común ver a compañeritos/as de nuestras hijas, o incluso nuestras hijas con muchos nervios o estrés ante presentaciones del ballet o exámenes en la escuela o recitales de piano. Sea la situación que sea, pero que implique un reto, la mayoría de niños y niñas se ponen nerviosos y lloran o se enojan después de haberlo hecho. Creí que era una observación mía, y pensaba que estaba exagerando las cosas, pero platicarlo con alguien más y darnos cuenta de lo mismo, me llamó la atención. Me quedé pensando por qué responderán así.
Llegamos a casa y Sofía se puso a hacer su tarea. Ahí se dio cuenta que había dejado en la escuela un libro que necesitaba para completar su trabajo. Mi hija se paralizó. No sabía qué hacer. Me pidió que escribiera en el chat de las mamás para pedir la información del libro. Le dije que no. Sentía que la parálisis de mi hija me estaba respondiendo todas, o por lo menos la gran mayoría de mis dudas. Sin más le dije: "No corazón, resuélvelo con lo que tienes aquí. Por un lado, con esta experiencia puedes aprender a que hay que estar más atenta de tu material; por otro lado, lo debes resolver con lo que tienes, así que ¿cómo lo vas a resolver?". Se quedó pensativa por un momento, veía cómo sus ojos se iban haciendo más y más grande conforme le llegaban ideas a la cabeza. Me dijo varias opciones. Una solución era investigar del tema con otros libros o por internet, otra opción era acordarse de lo que vieron en clase y con eso completar su tarea, una tercera vía era entrevistarnos a su papá y a mí sobre el tema. Ya tenía un plan de acción con diferentes variables. Hizo un poquito de todas las opciones y solucionó su tarea.
En ese momento, no me había dado cuenta qué había pasado, cuál había sido la diferencia entre esa parálisis y que encontrara la solución a su dilema. Hoy que llegué a la oficina y quería publicar un post sobre recomendaciones para viajar a Oaxaca en el blog; mi computadora decidió no funcionar. Ahí sentí la parálisis, la frustración, el enojo y hasta las ganas de llorar. Todo mi trabajo se venía abajo. Después vi esta libreta (donde estoy escribiendo ahora, para después pasarlo a la tableta) y me puse a escribir. Mientras narro esta aventura lo veo más y más claro: La parálisis, la frustración, la falsa expectativa, el nervio, la sensación de imposibilidad vienen de una falta momentánea de creatividad. Ese pensamiento creativo que nos ayuda a sobreponernos y encontrar diferentes soluciones o perspectivas a un dilema.
La enseñanza: Ejercitar la creatividad hoy más que nunca, y la ciudad se puede convertir en una aliada para pasar tiempos creativos con hijos e hijas. Ahorita se me ocurren algunas actividades como:
- Pensar en las figuras de las nubes mientras estamos en el tránsito.
- Inventar nuevas versiones de los sonidos de la calle como el grito del ropavejero o del gas.
- Hacer una historia sobre la calle donde se ubica la casa o la escuela.
- Caminar por las calles y platicar qué nos imaginamos que había ahí hace 20,30,50 años.
¿Qué otras actividades se les ocurren? El chiste es usar la imaginación para practicar la creatividad.
Esta puede ser otra forma de divertirnos en nuestra querida Ciudad de México.
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