Estábamos
sentadas viendo pasar el tiempo. No fue planeado, fue un momento
espontáneo que el barrio de Coyoacán nos regaló, como si nos
dijera: “si vienen a visitarme, disfrútenme como se debe”.
Primero
caminamos el empedrado de Francisco Sosa, sentimos su pasividad paso
a paso, hasta que llegamos a la Plaza Hidalgo donde la vendimia de
fin de semana nos llevó a otra forma de disfrutar el barrio, “Parece
que estamos fuera de la Ciudad” me comentó Sofía. Eso es lo
peculiar de esta zona. Le conté que así era antes: el barrio de
Coyoacán era una provincia fuera de Tenochtitlán, y sigue teniendo
su encanto por eso.
Los
churros rellenos no podían faltar, el chocolate caliente y el café
de olla del Jarocho, tampoco. Mientras disfrutábamos los sabores del
barrio, nos sentamos en una banca a estar, solo estar. En silencio (o
más bien, con la boca ocupada entre el churro, el chocolate y el
café) encontramos un momento de ver pasar a la gente y disfrutar la
arquitectura de la plaza: nos encontramos estando en Coyoacán.
El
tiempo pasó. Más de una hora estuvimos estando.
Hace
mucho no me sentaba en una plaza pública o en cualquier lugar a
disfrutar el solo estar; el ver pasar el tiempo sin más. Para Sofía,
creo que es la primera vez que lo hace tan consciente de que no
estaba haciendo nada más que estar. Le encantó, quiere regresar
este fin de semana.
Buen
momento, dádiva que nos regaló Coyoacán; barrio mágico que nos
abrazó en todo momento
Para
papás y mamás: Dentro de la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles
está el restaurante Aurelia. Me gustó mucho porque puedes disfrutar
la vista y la brisa del jardín que rodea la casa de cultura. La
comida está rica y a buen precio. Es un lugar bueno, bonito y
barato. Además, hijos e hijas se la van a pasar muy bien
inspeccionando todo el jardín. Mi hija pasó un buen rato viendo a
las ardillas y tomando foto de las esculturas que adornan el lugar.
Una amiga me lo recomendó y le agradezco su descubrimiento.
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