Les cuento cómo un día de juntas de trabajo, se convirtió en un momento de paseo por la ciudad.
Mi junta de trabajo era en un edificio
de Reforma, a la altura de La Diana Cazadora. Con las prisas de
llegar a tiempo, no le di importancia a la escultura, además de que
paso todos los días por ahí y ya es parte de la vista rutinaria.
La reunión laboral terminó antes de
lo que esperaba. Cuando vi el reloj eran las 12:30 del día. No me
daba tiempo de regresar a casa y seguir trabajando, pero me sobraba
un buen rato para pasar por Sofía a la escuela. Mientras pensaba que
hacer, sin darme cuenta empecé a caminar por Reforma. Era un día
maravilloso: soleado, mucha gente en la calle, el cielo despejado. Un
momento perfecto para sentirme turista en mi propia Ciudad.
Sin ningún plan, solo caminar y
disfrutar, empecé a mirar todo lo que hace unas horas no tenía
tiempo de ver. La Diana Cazadora. En cuanto la vi, sonreí. Me acordé
de Sofía que cada vez que pasa por ahí me dice: “mira mamá, ahí
está tu fuente. Porque es la Diana”. La primera vez que dijo eso,
investigué de dónde había sacado esa idea y resultó que un día
que estaba con sus abuelos, le dijeron que esa escultura se llamaba
como su mamá. Así que el silogismo fue fácil para Sofía: “se
llama como mi mamá, pues es la estatua de mi mamá”. Me da mucha
risa, pero más risa nos dará cuando sea un recuerdo de la infancia
de Sofía: “¿te acuerdas que decías que la diana Cazadora era
yo?”...
La Fuente de la Diana Cazadora, que el
nombre verdadero de la escultura era: “La Flechadora de las
Estrellas del Norte”, creada por el escultor Juan Fernando
Olaguíbel en 1942. La diosa Diana en Roma, la diosa Artemisa en
Grecia. La diosa guerrera, la diosa protectora de la naturaleza. Que
interesante uno de los símbolos representativos de nuestra ciudad,
sea una escultura de la mitología romana y que tenga que ver con la
naturaleza y el espíritu guerrero.
Más adelante estaría la Victoria
Alada, la Nike en griego. El Ángel de la Independencia en México.
Se veía maravilloso desde lejos. Con el sol acentuando sus brillos y
determinando los detalles de sus alas, la cadena rota de la
injusticia. Un diseño arquitectónico estadounidense, un escultor
italiano y un mexicano como jefe de proyecto, el Arquitecto Antonio
Rivas Mercado. Juntos lograron este monumento, que en lo personal,
cada vez que paso por ahí, es inevitable no asombrarme y robarle una
mirada, mientras sigo caminando por la ciudad.
Quiero caminar más. Quiero recordar
más. Quiero seguir viendo las esculturas como si nunca las hubiera
visto. Quiero seguir pensando como alguien que no vive aquí y ve
normal las formas de la mitología griega en tierra aztecas. Veo el
reloj y es hora de pasar por Sofía. Camino al coche para regresar de
esta pausa momentánea y seguir con los horarios del día. Camino y
pienso como habitante de la ciudad, como mexicana: me doy cuenta que
la búsqueda de la cultura ya fue, ya viajó por grecia, europa,
norteamerica. La búsqueda de identidad ya vio otras identidades,
tanto que dos elementos que nos identifican en la ciudad son griegos.
Ya los asumimos, es parte de la cultura viva y de la otredad. Ahora
es momento de regresar de ese viaje de identidad a las entrañas de
nuestra tierra. Valorar la maravilla de la Victoria Alada también en
la escultura de la Coatlicue, la madre de todos los dioses aztecas y
que yace en el Museo Nacional de Antropología.
Me acabo de acordar del libro La Panza
del Tepozteco de José Agustín. Regresar a ese centro, donde la
cultura todavía está latente. Todo eso para mi es la Ciudad de
México, es sincretismo, es lo europeo, es la búsqueda que se vuelve
propia, es Tenochtitlán, es porfiriato, es tomar el coche y regresar
por mi hija a la escuela.
¿Para ustedes, qué es vivir en la
Ciudad de México?
Para los papás: para leer las primeras páginas del libro La Panza del Tepozteco, la clic aquí.
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