La crianza. La típica pregunta “¿lo estoy haciendo bien?”, la respuesta que consuela “lo estoy haciendo lo mejor posible”. En el fondo, sigue la pregunta latente: “sí, ya se que lo estoy haciendo lo mejor posible, pero ya; la verdad, la verdad…¿lo estoy haciendo bien?”. Es un cuento sin fin. Pareciera que no es suficiente. El temor al error. Esa duda sigue ahí, hasta que se pone en evidencia. La duda de las relaciones humanas, más a parte la duda de las relaciones entre familia. ¿Cómo se va construyendo la relación? ¿cómo va cambiando; evolucionando?
Por eso la película “Everything everywhere all at once” (todo en todas partes al mismo tiempo) es una joya.
Ganadora de varios premios Oscar, incluyendo mejor película y mejor director; Everything everywhere all at once, fue para mí un momento de catarsis. Como si alguien pusiera en varios universos, entre peleas estilo Kung Fu, pláticas existenciales y la idea de salvar al mundo; la pregunta entre líneas: “¿lo estoy haciendo bien?” “¿cómo está evolucionando la relación con mi hija?”. Todo está pasando al mismo tiempo, las diferentes percepciones de la comunicación. Las pláticas deseadas, el perdón, la lucha, el caer, el volverse a levantar, el darse cuenta que la mamá es humana y al mismo tiempo sigue intentando, los sueños familiares, la fuerza de la realidad que no deja avanzar. Todo sucede al mismo tiempo, porque la vida no para y si se cae una piedra, nos caemos todas para salvarla. Así es la familia.
En todas partes, al mismo tiempo. Todo. Cada quien poniendo de su parte. Tratando. Buscando.
Terminamos viendo la película mi esposo, mi hija y yo con lágrimas en los ojos y una sonrisa de gratitud. Gracias por ponerlo en evidencia, gracias por hacerlo divertido, gracias por hacerlo profundo. Gracias por contar la historia.