13.5.18

El último dandy de la Roma.

Una pérdida en la familia y en el barrio. Lo que aprendí con mi hija sobre la muerte.
Conocí a mi suegro en una velada escuchando la discografía de Sabina. Todavía éramos novios mi esposo y yo cuando me invitó a casa de su padre para conocerlo. Nos preparó una cena gourmet. Le gustaba cocinar y hacer nuevas versiones de platillos. Cada invención que probé era una combinación acertada de ingredientes. Mi suegro sonreía con orgullo ante su triunfo gastronómico. Esa noche, disfrutamos de varios vinos y mucho Sabina. Tanto disfrutamos la velada, mi novio en ese momento y yo, que nos la pasamos escuchando tres días seguidos al cantante madrileño, para recordar las pláticas y las sonrisas en casa de mi suegro.

Conocí a mi suegro escuchando a Sabina, y me despedí de él platicando de cine, de las películas de Fellini. Igual: copa de vino en mano y sonrisas, muchas sonrisas.

Luis Arturo, mi suegro, el papá de mi marido, el abuelo de mi hija, el abuelo del bebé que viene. Siempre con un kit de películas cuidadosamente seleccionadas para cada miembro de la familia. Nativo del barrio de la Roma, de cuando la calle de Campeche habitaba el Cine Gloria en su esplendor de los años cincuenta. Romano de toda su vida. Te podía narrar lo que sucedía en todas las calles de la colonia. Los cafés, los restaurantes, quién vivía en dónde, los sucesos de mercado de Medellín, los nuevos platillos de los comedores del Mercado. Incluso los lugares de moda para los “hípsters” a los que mi suegro les decía, esos muchachos que todos se ven igual. Luis Arturo era historia viviente de la Colonia Roma.

Ser bohemio, complejo (como cualquier ser humano) y trabajador. Por las anécdotas que escuché de él, me queda claro que fue un eslabón clave para las bases de la cultura del Rock en México y sobre todo, para la realización de conciertos en nuestro país. En su época, alrededor de los años sesenta, setenta, fue responsable de traer a Queen y a Joe Cocker para tocar en tierras mexicanas; antes de que existieran foros especiales para conciertos. Así como amante de la música, también del cine; se dedicó a publicar en varios medios reseñas y críticas de cine, que tiempo después, yo las disfrutaría en viva voz cuando lo iba a visitar y nos sentábamos en el comedor de su departamento a platicar de los últimos acontecimientos cinematográficos.


Luis Arturo. Siempre Rolling Stone. Rockero cuando aquello no era sólo música, era una filosofía de vida. Poeta, de la generación de José Agustín.

Su personalidad, un constante revivir su estancia en París. Parte de su corazón se quedó en Champs Elysees, cuando vivió un tiempo allá para organizar traer a México uno de los espectáculos más importantes de cabaret: Crazy Horse.

Luis Arturo Cárcamo. Mi suegro. Hombre controversial. Yo lo recuerdo como un suegro cariñoso, irreverente, divertido. El mejor suegro que me pudo tocar. Un abuelo que, a su modo, era cariñoso e interesado por su nieta. Al final, un padre preocupado.

Falleció el pasado miércoles, una muerte sorpresiva, pero un momento de paz para él. Su despedida fue con los Rolling y los Beatles de fondo. Sus fotos de recuerdo con chamarras de cuero y sus dedos haciendo el signo de amor y paz, afuera de un concierto de Emerson Lake and Palmer en Londres. Su funeral, un encuentro amoroso entre familiares y amigos, que compartían anécdotas de Cárcamo, como lo conocía la mayoría.

Ayer en la noche, recibí un mensaje de consuelo de mi hermano que anuncia que El último Dandy de la Roma nos acompañará en cada esquina del barrio. Su texto me conmueve e inspira para escribir estas líneas.

Luis Arturo Cárcamo, el último Dandy de la Roma. Nos acompañas en todo momento al caminar y disfrutar el barrio. Voy teniendo estos pensamientos caminando entre Álvaro Obregón y Orizaba, cuando de las bocinas de uno de los restaurantes de esa esquina se escucha la voz de Sabina entonando “19 días y 500 noches”. Sonrío ante la compañía de mi suegro y sigo caminando cantando la canción.


Para los papás: Con ésta experiencia aprendí que en el tema de la muerte, no hay que forzar a niños y niñas. Sofía no quiso ir al funeral. Mi esposo y yo platicamos y platicamos con ella que no había nada que temer, que no había fantasmas, que era un encuentro con la familia. Ella no quiso, así que hicimos un ritual de despedida en casa, para que ella se despidiera, para que tuviera un espacio de luto. Hicimos una especie de altar, prendimos una veladora e incienso, le cantamos, le deseamos paz, le lloramos. También realizamos acciones para apoyar el luto de los vivos: ayudó a arreglar la casa por si llegaban familiares a descansar ahí, le escribió una carta de apoyo a su papá; ha contribuido a establecer en la casa y en nuestras acciones, una zona de apoyo, amor y consuelo para quien lo necesite.

Aprendí que estos temas es mejor manejarlos con amor y honestidad con mi hija, respetando sus decisiones, pero también haciéndola partícipe de su proceso de duelo y de los que la rodean. Ella me enseñó que hay diferentes formas de despedirse de nuestros seres queridos, y que ante aquello que no entendemos, como la muerte; la repuesta que nos queda es el amor.

4 comentarios:

  1. Uff... que puedo decirles . Un abrazo y beso con cariño . A la familia carcamo medina con mucho cariño..

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  2. Uff.. que puedo decirles desde aquí los abrazo y les envío un gran beso y abrazo a la familia Cárcamo Medina.

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  3. un gran abrazo a los 3, una gran perdida pero grandes aprendizajes que quedan para toda la vida.

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