24.9.13

Un parque y un recuerdo.

Les platico de un parque que descubrí con Sofía. Les comparto un recuerdo de la infancia.


 En el vaivén sentía el aire por todo mi cuerpo. Sentía libertad. En el vaivén sentía el arrullo de la infancia. Sentía alegría. En el vaivén sentía la sonrisa en mi rostro. Sentía bienestar.

De pronto sucedió, como la mayoría de las cosas que marcan o dan un buen recuerdo, de pronto suceden. Era el sábado al medio día. Sofía y yo estábamos en el parque Alexander Pushkin, para explorar otras plazas públicas de la Ciudad. En los juegos que frecuentamos no hay columpios, así que cuando Sofía los vio, fue una novedad que la dejó maravillada. Cuando se subió, lo primero que dije fue “¡cuidado!” como si estuviera a punto de aventarse de un paracaídas. Me di cuenta de mi sobresalto y traté de calmarme, así que le enseñé los elementos necesarios para estar en un columpio: agarrarse bien de las cadenas de los lados, mover las piernas y la espalda para seguir el movimiento y si quiere bajar, ir rozando el piso con los pies; cuidado al bajar. Sofía siguió la lista de indicaciones, pero al final me contestó con una simple petición: “¿me empujas?”.

Mientras empujaba a mi hija, la veía ir y venir en el columpio. No dejaba de sentir un poco de nervio, así que abracé el sentimiento y me regresé a mi infancia. Recuerdo que cuando tenía 5 años, estaba con mis abuelos y fuimos al parque; me subí al columpio, sentía que se estaba moviendo muy rápido y muy fuerte, así que me asusté y quise bajar, pero mis pies no alcanzaban el suelo y mis abuelos estaban atendiendo a mis hermanos, así que tomé la decisión de saltar. Salté y rodé sobre el piso, el columpio siguió en movimiento y cuando regresó me pegó en la cabeza. Me acuerdo que lloré y lloré, sentí que mucho dolor. Ahora que lo veo, creo que sentí desolación también. Desde ese momento muy pocas veces me he subido a un columpio y no lo he disfrutado.

Sofía estaba feliz en el columpio, riéndose al ritmo del movimiento, hasta que me pidió que la ayudara a pararse. Rápidamente sostuve las cadenas y le pregunté si todo estaba bien. “Súbete conmigo, mami, siéntate en el columpio de aquí a lado”. Esa era una petición que no me esperaba, más cuando acababa de recordar un momento tan allegado de mi infancia. En ese momento no sé cómo, ni por qué, pero ya estaba sentada en el columpio, a punto de empezar el movimiento. Me senté, estiré mis piernas contra el piso para poder tener suficiente empuje y me dejé llevar.

Me dejé llevar.

En el vaivén, sentía el aire por todo mi cuerpo. Sentía libertad. En el vaivén, sentía el arrullo de la infancia. Sentía alegría. En el vaivén, sentía la sonrisa en mi rostro. Sentía bienestar. 

Ahora entiendo que todo mi ser quería sanar ese recuerdo. Que son cosas que pasan y ayudan a crecer. Que curiosamente, mi vida se ha hecho de tomar decisiones y muchas de ellas implican saltar, pero siempre fijándome que no me vaya a lastimar. Ese aprendizaje me sirvió, me ha servido y me servirá. Ahora lo recuerdo con cariño y encuentro el disfrute de estar en el columpio con mi hija, conmigo y con mi recuerdo de ser niña.

Sofía y yo nos quedamos un buen rato en el columpio, cantando, estirando y doblando las piernas para que el movimiento no se detuviera, sintiendo el aire tocar nuestras sonrisas.

A ustedes, ¿les ha pasado algo así con algún recuerdo de su infancia?

El Parque Alexander Pushkin está ubicado en la Colonia Roma, sobre Cuauhtémoc y Alvaro Obregón. Se llama así en honor al poeta y diplomático ruso, uno de los escritores más importantes de la Rusia Romanticista. El parque tiene unos dejos de arquitectura art nouveau, que distingue a la Colonia Roma. Sus escaleras y floreros invitan a pasar y viajar en el tiempo. Algunos espacios están un tanto descuidados, pero vale la pena ir un sábado al mediodía que hay gente y varios niños jugando. Es importante salir a los parques para que el descuido no los estanque en el olvido. ¿Qué otros parques conocen así?

13.9.13

El cumpleaños de México.

Cada año, cuando entra septiembre y mi hija ve por la calle los carritos que venden banderas tricolores y demás adornos mexicanos, se emociona y grita: “Ya va a ser el cumpleaños de México, de mi país”. Me contagia su alegría y empezamos los preparativos del festejo.

Sofía tiene una colección de banderas, cada año ahorra para comprar una; la pone en un estandarte que ella misma fabricó y ahí duran todo el año hasta que llega otro septiembre. Esta vez no fue la excepción, ya tiene una nueva bandera que le regalaron sus abuelos. Así que ya está lista para recibir el cumpleaños del país, como ella dice.

Ver a mi hija tan entusiasmada, me hace valorar el patrimonio histórico que tenemos. Más allá de los cuestionamientos históricos y teóricos, existieron personas que forjaron este país con ideas y con ganas de hacer de esta tierra, su hogar. Es fascinante la historia de la Independencia, curiosamente no lo había visto con tal detalle como ahora, tal vez porque la emoción que tiene Sofía por el tema se contagia, pero toda una aventura de lucha y convicción.

Estuve buscando dónde poder compartir este descubrimiento con mi hija, y encontré dos opciones que me parecieron muy interesantes, se las comparto:

Una es el taller Tricolor que organiza el Museo del Caracol, el cual se encuentra subiendo al Castillo de Chapultepec. En este taller, niñas y niños hacen un viaje por todas las banderas que ha tenido nuestro país podrán hacer su propio estandarte y realizar su propia bandera. Es todos los sábados de septiembre y empieza con un recorrido por el Museo a partir de la una de la tarde. Suena divertido ¿no?.

La segunda opción es un viaje por los sonidos de la historia, sobre todo vivenciar cómo eran los sonidos en la época de la Independencia, este taller se llama: La Independencia y sus Sonidos y lo organiza la Fonoteca Nacional, ubicada en la maravillosa calle de Francisco Sosa 383 en el Barrio de Santa Catarina, Coyoacán. Esta exploración sonora será el sábado 21 de septiembre de 10-11:30hrs.

Me parecen dos formas muy interesantes de explorar la historia, además de que se pueden complementar con un recorrido bastante divertido, después del Museo del Caracol, pueden hacer un pic-nic histórico en el mero bosque de Chapultepec, imaginando cómo hacían los días de campo en diferentes épocas de nuestro país o haciendo una pequeña degustación de platillos tradicionales como sopecitos, quesadillas o tlacoyos para llevar. Cuando vayan a la Fonoteca, no dejen de pasear sobre la calle de Francisco Sosa, donde encontrarán diversos cafecitos para pasar una buena tarde en la Ciudad de México.

Sofía y yo haremos lo propio, festejaremos y disfrutaremos un año más de que nuestro país cumple años, así que ¡Viva México!

Para más información del Museo del Caracol visita: http://www.caracol.inah.gob.mx
Para más información de la Fonoteca Nacional, visita: http://www.fonotecanacional.gob.mx

5.9.13

Detalles, tareas y restauración.

Les cuento cómo una tarde de tares, se convirtió en una visita al Antiguo Colegio de San Ildefonso.


Como les platicaba hace unas semanas, Sofía entró a primero de primaria y ahora sus tareas llevan más tiempo de hacer: leer poemas, escribir, ilustrar. Son varias cosas por cubrir. Cada tarde es un tiempo especial donde las dos nos sentamos y compartimos este momento de conocimiento. Algo que me llama la atención es la dedicación que tiene con cada trazo de alguna letra y en las ilustraciones, se toma su tiempo para elegir los colores de que harán el tono perfecto. Me gusta verla tan entretenida en el tema de la tarea, aunque le tengo que poner un poco de prisa para que de tiempo de hacer toda y después pueda jugar.
"En la escuela soy de las que más se tardan" Me dice Sofía con un tono de auto conocimiento, "pero es que a mi me gusta fijarme en los detalles" termina la frase. Esta aceptación de su persona me deja boquiabierta. ¡Claro! Los detalles son lo más importante - le contesto casi de inmediato - pero hay que aprender cómo fijarnos en los detalles, sin tardarnos tanto tiempo, pero no te preocupes, eso se aprende con la práctica- resolví.
Entonces recordé la exposición que hay en el Antiguo Colegio de San Ildefonso: Luz Renaciente, imágenes restauradas. Una exposición bastante interesante porque vemos el trabajo que hacen los restauradores para que las obras sigan vivas a través de los años. Una capa de pintura a la escultura despostillada, un arreglo a la cerámica quebrada, un retoque al cuadro empolvado. Cada detalle, es estudiado y arreglado. El arte de la conservación para cuidar nuestro patrimonio.
Movida con esa idea, le conté a Sofía el trabajo de los restauradores, que tienen que saber los materiales que se usaban en diferentes épocas para crear las obras de arte, "es como viajar en el tiempo y ayudar a que sigan con vida, para que tu los puedas ver en el Museo e incluso tus hijos, en un futuro, lo sigan disfrutando". A Sofía le emocionó este trabajo, sobre todo el hecho de que cada detalle es el que cuenta conservar la obra.
Así qué quedamos ir este fin de semana a ver la exposición Luz Renaciente, imágenes restauradas, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Esta exposición es parte de la campaña Haciendo una buena obra, donde el recinto invita a la sociedad civil a donar para crear fondos y que más obras sean restauradas, una buena obra para cuidar nuestro patrimonio. Como parte de esta campaña, también se están realizando conciertos y talleres que tienen que ver con la restauración, hay un taller donde dan tips para cuidar las antigüedades que tenemos en casa, por ejemplo.
Vale la pena ir y conocer el trabajo de restauración, una forma de seguir con el legado de nuestra cultura.
Esta exposición está hasta el 27 de septiembre. También les recomiendo el micrositio, donde conocerán más de la exposición y de los eventos alrededor de Haciendo una buena obra.
Como sabemos, la situación que vive nuestra Ciudad en estos momentos, es compleja. Como dicen por ahí: "aquí nos tocó vivir". Sólo les recomiendo que tomen sus precauciones y que su visita sea lo más temprano posible.