30.4.18

La música de nuestra infancia.


Ayer fuimos al Auditorio Nacional al Allegro Sinfónico para Niños (yo le agregaría “y niñas”, pero esa soy yo) con la Orquesta Sinfónica de Minería y Sasha Sokol como narradora. Les cuento la experiencia.

Mi hija la verdad estaba un poco incrédula en el tema de que se iba a divertir. Antes de salir de casa, organizó una bolsa con canicas, colores, un cuaderno, listones para hacer trencitas y su famoso “moco de gorila” que compró el día anterior. Listo; ya había hecho su “kit antiaburrimiento” como ella misma lo nombró. Como niña prevenida, aceptaba la invitación al concierto, pero con sus alternativas por si tenía razón, y el concierto era todo menos diversión. Así llegamos al Auditorio.

Fue muy emocionante ver tantas familias listas a escuchar música de Sinfónica. Niñas por aquí, mamás por allá, abuelitos caminando con nietos, papás cargando a sus hijas. Niños y niñas de todas las edades, desde meses hasta 99 años. Todas y todos sentíamos la emoción de saber cómo sería el concierto. Yo tenía mis propias dudas. Cuando vi el programa me pareció interesante porque el objetivo era mostrar que la música también contaba historias, qué mejor forma de demostrar esto que con la Ópera. Así que ya se sumaba un elemento más a toda esta gran interrogación sobre el evento: Sinfónica, familias, Ópera, Sasha y el “kit antiaburrimiento” de mi hija pendiente en abrirse en cualquier momento.

Las luces se apagaron. Mi hija se puso en posición para darle una oportunidad al concierto. No nos quedaba claro qué narraría Sasha, ni cómo. El misterio seguía. El concierto empezó. La Obertura de las Bodas de Fígaro de Mozart, empezó a tocar. El Director de la Orquesta Raúl Delgado dejaba toda su energía en cada compás, al igual que todos los instrumentos que estaban en el escenario. Era un concierto en toda la extensión de la palabra. La música retumbaba en cada butaca; y ese fue sólo el comienzo. Después apareció Sasha y habló de la música como narrativa de emociones, nos recordó que la imaginación, la música y los sentimientos son una unión constante. Le preguntó al Director Raúl cuál era su función en el escenario, nos dejó claro qué hace como Director de Orquesta, y seguimos con el concierto.

Ahora venía el Dúo Papageno y Papagena de la ópera La Flauta Mágica. Esta melodía tan divertida de Mozart empezó a sonar y salieron dos pájaros maravillosamente vestidos. Era el Barítono Josué Cerón y la Soprano Anabel de la Mora. Ópera clásica tocando ante niños y niñas. Había papás explicándole a sus hijos cómo trabajaba la orquesta, por qué los violines estaban adelante, la división de los instrumentos, etc. Había mamás moviendo las manos al ritmo de la música. Mi hija y yo estábamos abrazadas disfrutando la puesta en escena.



El concierto siguió. El murciélago de Strauss, la Obertura de Carmen, Toreador de Bizet. A cada pieza, se proyectaba un juego de pantallas con diversas ilustraciones en movimiento que tenían que ver con el tema. Las ilustraciones me encantaron, parecían salidas de un cuento mágico que le daba más toque de fantasía a todo el evento.

En Toreador, Sasha le preguntó al Barítono Cerón qué hacía para cuidar su voz. Estas pausas eran muy interesantes porque nos ayudaban a conocer “trasbambalinas” las historias de las óperas, pero también la vida de los artistas que exponen este tipo de música, por ejemplo el cantante de Ópera nos dijo que para cuidar su voz era importante dormir lo suficiente y no comer nada picoso. Fue como conocerlos de otra manera, escucharlos hablar, que salieran del escenario. Así también nos enteramos que la famosa “Canción de cuna” es realmente una de las 21 Danzas Húngaras que compuso Brahms.

Después escuchamos la Obertura de la Cenicienta; y luego, un divertido Dúo de dos gatos, donde el dialogo entre el Barítono y la Soprano eran puros “miau, miau, miau”. En lo personal esa fue la que más me sorprendió, ¡me pareció tan divertida!. Y después llegamos al gran finale: la Caballería ligera y la Obertura de Guillermo Tell. Estas dos melodías retumbaban en el corazón. Las trompetas, los platillos, era una fiesta. Era maravilloso ver a niños de 4 años moviendo sus manos como si fueran el Director de Orquesta y niñas aplaudiendo al ritmo de la melodía; papás y mamás moviéndose en su asiento porque también sabían el tono, les recordaba a su infancia. 

Eso fue lo maravilloso de este concierto; cada melodía estaba ligada a un recuerdo de infancia, desde la música que habían bailado en el festival de primavera o día de las madres del año pasado, hasta programas de televisión. Pero cada una de las melodías nos recordaban a un momento de nuestra infancia. Así de conectada está la música de sinfónica en nuestra vida, desde los primeros años. Este concierto lo dejó muy claro.

Al final era una fiesta, al sonar de los tambores, salió confeti volando y globos bailando por el lugar. Todos los niños y niñas que estábamos ahí (porque a estas alturas del evento ya todos y todas nos habíamos convertido en niños y niñas otra vez) con nuestros ojos bien abiertos, aplaudiendo al ritmo de la música, tarareando, moviéndonos a punto del baile. El concierto terminó con vivas y porras y aplausos y sonrisas y vida, mucha vida. Los músicos se abrazaban de la emoción; un concierto logrado más, pero me imagino que este les llegó a un lugar muy profundo de su corazón, como a cada uno de los que lo disfrutamos. 

Gracias a la Orquesta Sinfónica de Minería por hacer un concierto de tan buena calidad para niños y niñas. Gracias por voltear a ver a las familias que sí queremos disfrutar de este arte; así, de manera lúdica, en convivencia, con alegría.

Mi hija y yo salimos con tanta energía, que después del concierto disfrutamos de una caminata por Reforma sin dejar de platicar de lo que habíamos vivido.

El “kit antiaburrimiento” nunca se abrió…

Así festejamos el día de la infancia, pero también un aniversario más de PapásDF. Que las experiencias sigan en esta maravillosa Ciudad de México.