3.4.13

Las raíces de nuestros hijos.


Hace unas semanas platiqué con el Maestro Hilario, un querido amigo de la familia y uno de los académicos más importantes sobre la lengua maya. Vino al DF a presentar su libro: La vitalidad del Maaya T´aan. El evento fue dentro de la Feria del Libro del Palacio de Minería, donde el estado invitado era Quintana Roo.

Después de la presentación pudimos platicar un poco. Me preguntó que en qué estaba trabajando y le conté de los talleres que estábamos haciendo para vincular a niñas y niños con su entorno. Le conté que hacíamos un taller especial para que los pequeños aprendieran a contar en maya, me dio gusto que le gustara.

Llegamos a la plática de nuestras hijas, Sofía y Sáasil Uj. Le conté que me había encantado ver que le dedicaba el libro a su hija. Me dijo que sí, que para ella lo había escrito. Y me dio todo el sentido porque Hilario es una persona muy preocupada de su cultura, me pareció lo más congruente que dedicara su trabajo de rescate de la lengua maya a su hija. Le platiqué que curiosamente yo hacía lo mismo con mi hija, trataba de vincularla al lugar donde vive, hacer valer su cultura.

Ese día se habló mucho de transculturalidad. Traspasar la cultural para proteger la cultura misma. Desde nuestras esquinas, Hilario y yo buscamos lo mismo para nuestras hijas. Desde nuestras esquinas visualizamos la cultura del otro y la traspasamos, tomamos lo valioso de cada una, para regresar a la original.

En la presentación de su libro contó que una anciana de la comunidad Naranjal Poniente le dijo que la lengua estaba enferma, que ya no se hablaba. Él en su tesis contesta que no es difícil, solo hay que hablar la maya para que siga viva, al hablarla se acabó el problema. Hablar en maya significa ser hombre y mujer del maíz, conocer el monte, hacer las tortillas, hablar desde los ancestros.

Y seguimos platicando de nuestras hijas como dos amigos fraternos, como dos padres preocupados por sus pequeñas. Me sigue sorprendiendo que los dos somos tan diferentes y tan parecidos. Buscando la subsistencia de nuestra cultura desde lo local para pasar a lo global. Nuestras hijas serán ciudadanas del mundo, una maya y la otra chilanga, pero serán visioneras de sus propias raíces.

Me dio gusto ver a Hilario, me dio gusto ver a Sáasil Uj enorme, en una foto desde el celular de su papá. Me dio gusto platicar de nuestras hijas y saber de las batallas que libramos para que les toque un mundo mejor. Me dio gusto reconocer que todos los papás y mamás hacemos lo mismo desde nuestra esquina y contexto: buscamos darles raíces a nuestros hijos. Me dio gusto recordar la Maaya T´aan.

Ki´imak u yóol in puksi´ik´al.
Mi corazón está contento.


Para conocer más de “La vitalidad del Maaya T´aan”: http://www.excelsior.com.mx/comunidad/2013/03/03/887109


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