14.9.10

Festejo los recuerdos.

"No nos engañemos; la imagen que tenemos de otros pueblos, y hasta de nosotros mismos, está asociada a la Historia tal como se nos contó cuando éramos niños. Ella deja su hulla en nosotros para toda la existencia."
Marc Ferro


Mi relación con México es como una historia de amor, llena de encuentros y rupturas.

Cuando era niña el momento que más me gustaba de los lunes eran los honores a la bandera, marchaba derecha, cantaba con todas mis ganas el Himno Nacional e incluso me molestaba un poco de que mis compañeras (iba a una escuela de monjas) no saludaban con ganas a su bandera.

Por esas épocas tenía un cuaderno que me regaló mi papá en navidad, era un cuaderno muy especial porque ahí anotaba todas las ideas que se me venían a la mente para cambiar el país cuando fuera “presidenta”. Sí, yo también quería ser “presidenta” (¿quién no a esa edad?) ahí empezaron un sin fin de ilusiones y planes que debía de hacer por el bien de mi país. Hasta que mataron a Colosio. Recuerdo que ese 23 de marzo fue mi primer ruptura con el concepto que tenía de patria. No sabía quién era Colosio, no tenía ninguna afinidad política, era muy chica para entender, pero sentí una fractura. Dejé de escribir en mi libreta.

Ya en la secundaria, me entró la idea de que quería que me exiliaran “cuando fuera grande”, quería ser una persona incómoda para el país, ser molesta por decir la verdad. En esos tiempos decir la verdad y ser molesta se limitaba a que todos los 2 de octubre desde 5° de primaria hasta 3° de secundaria, anotaba en el pizarrón del salón “no se olvida” y escribía un poema que me pasaba semanas creando en recuerdo a los estudiantes. Era una adolescente más; por ello me corrieron de la escuela de monjas y me dijeron que me fuera a estudiar a una escuela de arte.

En la prepa fue igual, estudiar al México Bárbaro de Kenneth Turner, quedarme las noches en vela leyendo sobre la esclavitud en México, e incluso soltar unas lágrimas de tristeza. Para la Universidad, mi imagen de Patriotismo estaba muy desfigurada, el país era una mentira al igual que sus símbolos patrios. La historia oficial era un cuento de hadas. Para mi, la biblia del postmodernismo histórico era El laberinto de la Soledad de Octavio Paz, el estar “chingados”, el ser faltos de identidad. México, un caleidoscopio de ilusiones rotas.

Como toda historia de amor, existen pasiones que se aclaran con los años. Un día en los altos de Chiapas, escuchaba unos corridos de la revolución. Escuché las primeras notas y me transportaron a mi infancia, a mi padre metiendo un cassette en su camioneta Galaxy 73 y escuchando corridos y música folclórica, mientras manejaba para llevarnos a la Ciudadela a pasear. Me di cuenta que México era yo, era lo que mi familia me había enseñado a ser, México era complejo y plural, México era ese momento.

Mis padres son militares, como la mayoría de mi familia. Recuerdo los festejos de 15 de septiembre en casa de mis padres: Vivíamos en la Col. Jardin Balbuena, zona relativamente cerca del centro de la ciudad. Nos subíamos a la azotea, con todo y televisión, y veíamos la transmisión del grito desde la parte más alta de la casa. Mis padres nos hacía pararnos cuando aparecía el presidente con la bandera, nos parábamos mis hermanos y yo, muy derechos y saludábamos a los Símbolos Patrios por la televisión, cantábamos el Himno Nacional y después volteábamos al cielo para ver el espectáculo de fuegos artificiales. Nos robábamos un poco de la fiesta nacional desde nuestra casa.

Para el desfile del 16 de septiembre, mis padres nos despertaban muy temprano para verlo en la televisión mientras recordaban cuando les tocaba marchar en sus años de soldados. Una vez mi padre no pudo marchar porque en un ensayo volteó a ver a mi mamá que pasaba con su batallón; mi padre por seguirla con la mirada, no se dio cuenta que había una coladera sin tapa y se fracturó la pierna. Varias historias nos contaban mientras pasaba el desfile, todos los años las mismas. Después nos llevaban al Hospital Militar donde nos dejaban pasar para ver cómo llegaban las tropas después del desfile. Mi visión del desfile siempre fue esa, detrás del telón.

La historia cambia de generación en generación. Mi madre, una enfermera militar por convicción que cuando era niña se escapaba de casa, se subía al monte más alto de la ciudad de Oaxaca (donde vivía en ese entonces) para escuchar a los Beatles en la radio. Nunca se imaginaría que esas mismas canciones que escucharía sentada en los montes del Istmo de Tehuantepec, 40 años después las cantaría su nieta camino a la escuela. Mi padre, un revolucionario dentro del sistema, un militar por ideal, no por las armas, un militar sin serlo. No lo había entendido hasta ahora, las bondades del tiempo, el creía en los valores de lealtad y honor, él creía en “un soldado en cada hijo te dió”. El mismo que se ponía su uniforme y se sabía todos los libros de entrenamiento: manual de operaciones en campaña, ese mismo escuchaba al TRI (con él escuché por primera vez al “niño sin amor”) y nos enseñaba que había que tratar por igual al albañil, que al general de alto rango, porque todos eran iguales. Ahora entiendo que mi padre lo que buscaba no era cambiar al sistema, sino hacer la siguiente generación mejor y lo hizo con sus hijos.

Es interesante cómo los valores se quedan con los años. Por más rupturas que tuve con la idea de México, por más que intenté vivir en el extranjero, la verdad es que la sangre llama. Los recuerdos y las enseñanzas de mis padres son las que prevalecen. Me gusta ser mexicana. Ya hice las paces con la Historia y me asumí como parte importante del futuro, como todos. Me gusta se mexicana, porque es un reto, porque es complejo, porque es una responsabilidad y porque es un ideal. Me gusta ser mexicana porque a partir de ello puedo ser global. Me gusta pensar que cada día estoy dando un granito de arena por cambiar aquello que no me gusta de mi Nación, con eso me conformo. Por mucho no quiero estar en la silla presidencial, ni ser exiliada, ni hacer una revolución. Lo que sí quiero es ser analítica con lo que pasa en mi tierra y aportar un cambio desde mi trinchera.

A Sofía le tocará vivir su propia relación con su país. Por el momento cada vez que ve una bandera de México se emociona. Es mi turno decirle de dónde viene, de que su familia es parte de la Historia, que sus padres creen fielmente en ser mexicanos, que su país está lleno de diversidad y que la Historia no es una película donde hay buenos y malos, sino que está escrita por seres humanos, con errores y aciertos. Que a su padre le retumba el corazón cuando escucha el Himno Nacional y a su madre se le hace un nudo en la garganta de solo pensar en el concepto de México. Es el abrazo a un ideal. Mi hija sabrá de qué abuelos viene: de dos militares que lo que buscan es responder por su patria y de una periodista que ha trabajado toda su vida por la construcción de la nación. Esa es la historia de su familia. Es la historia de su México inmediato. Gritaré con ella ¡Viva México!, gritaré con mi hija. Ahora ese concepto de México vive en ella.

Les deseo un buen festejo en familia, pero sobre todo una reflexión de nuestro papel como padres en la construcción de una identidad nacional para nuestros hijos. Que nuestros niños se enamoren, quieran y cuiden su tierra y su cultura, ese es nuestro regalo para ellos, enseñarles lo fascinante de su país y la responsabilidad que implica.

Muchas felicidades, no solo por los 200 y 100 años que nos cuenta la historia. Felicidades por hacer que día a día el país funcione. Felicidades por ser mexicanos.

 Una vecina del barrio  lleva 30 años poniendo este cuadro fuera de su casa. Ese día, sin conocerme, me abrió la puerta de su casa para poder tomar esta foto. Esa confianza también es México.

Para los niños: El 16 de septiembre se estrena "Brijes" primer película mexicana en 3D, la cual rescata elementos de nuestra cultura. Vale la pena ver esta cinta por su nueva tecnología y para ver una historia mexicana. Habrá que verla.

Para los papás: Le recomiendo el libro: Cómo se cuenta la historia a los niños del mundo entero de Marc Ferr. Un libro que nos ayuda a percibir qué mensajes le dejamos a nuestros niños cuando les contamos de su país y su historia.

1 comentario:

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