1.2.19

Una mancha que me hizo recordar.



Le pregunté al pediatra de mi hijo sobre la mancha azul que tenía en la espalda baja. Recuerdo que mi hija también la tenía cuando era bebé, pero a once años de distancia, ese tipo de información se me había olvidado, así que le pedí al doctor que me ayudara a recordar. ¿Por qué tenía esa mancha en la espalda? Parecía como un moretón, se me ocurrió que era porque estaba mucho tiempo acostado, pero así es como están los bebés ¿no?, o ¿yo me había pasado de tiempo?

Su respuesta fue fascinante. En primera me tranquilizó, como buen pediatra ante una mamá por segunda vez primeriza; me dijo que no me preocupara, que era normal. Me explicó que esa mancha se llama comúnmente mancha mongólica y es un indicio de que hay información genética indígena, desde los primeros habitantes que cruzaron el Estrecho de Bering, que venían de Mongolia y se convirtieron en los primeros pobladores de América.

Eso me emocionó. Que mi hijo tuviera sangre indígena me encantó, pero que además fuera una información genética que ha pasado de generación en generación, me pareció como si la Historia siguiera viva en él, en mí. De alguna forma así es.

El pediatra siguió con la explicación, ya que me vio muy interesada en el tema. Me contó que hay otro tipo de mancha, que comúnmente le llaman Mancha Europea, que es de color rojizo y la mayoría de las veces aparece debajo de la nuca. Ésta información de los pobladores de Europa.

Las dos manchas, la mongólica y la europea, en la mayoría de los casos, desaparece a los 10 años de edad. De ahí se borra la Historia en nuestro cuerpo, pero habría que recordar. Por más occidentales, citadinos, modernos que nos consideremos, ahí hay información que lleva siglos reproduciéndose. Además, de que somos una mezcla de razas en el cuerpo; por más que en la mente nos queramos contar otra historia.

La familia de mi esposo y la mía son del Medio Oriente, con unos toques de Veracruz por allá y de Yucatán por acá; pero también, sin saberlo, tenemos sangre originaria. Eso me llena de orgullo. Pasárselo a mis hijos, de felicidad.

La Mancha Mongólica me hace reflexionar cada vez más que todos y todas somos iguales. Me lo recordó mi hijo de 6 meses a través de su cuerpo; ahora me toca recordárselo yo a él, a través de su crecimiento y su vida.

Respetarnos, comprendernos, procurarnos.

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