14.9.12

Luces de la Ciudad

Sabía cuando era momento de entrar al coche y prepararme para la aventura. La ventana se convertiría en el escenario de mi propio asombro. Mi padre sería el guía para un espectáculo personal. Iríamos al Centro Histórico a ver las luces decorativas por los festejos de septiembre. Es uno de los recuerdos más amorosos que tengo en la Ciudad. Era una tradición, año con año, hasta que ya no lo fue.

Hace unos días caminaba por las calles del Centro y vi cómo montaban las luminarias para este año. Me acordé de lo emocionante que era pasar en la noche por el zócalo y ver las campanas, la silueta de Doña Josefa, la bandera hecha de luces. Entonces decidí que llevaría a Sofía a vivir la misma experiencia.

El lunes fue un día normal para mi hija, en la mañana fue a la escuela, entre dormida y despierta; después comió, fue al ballet, llegó a casa, hizo su tarea, se bañó, cenó y cuando ya pensaba que su día había terminado, la sorprendí con la aventura de subirse al coche. Ella no sabía a dónde íbamos, le dije que tenía que hacer algo de trabajo y que me tenía que acompañar. Llegamos al Zócalo, eran las ocho y media de la noche, las luces ya estaban en todo su esplendor. 95 mil focos de 10 watts encendidos para formar diferentes figuras de la historia de nuestro país. Un espectáculo solo para nosotras.

Di una vuelta y de manera simulada le dije: ¡mira, qué sorpresa, cuantas luces! No faltó decir más. Por el retrovisor veía los ojos de la pequeña, que se abrían y se abrían cada vez más. Di otra vuelta para que el espectáculo no terminara. Al final, Sofía me pidió ver las luces una vez más. Dimos otra vuelta para disfrutar las luces de la Ciudad.

Mientras disfrutábamos el recorrido, Sofía me platicaba del cumpleaños de su país, de la importancia de la campana y que su bandera favorita es la de México. Por mi parte, le platiqué del “grito de independencia”, me preguntó que cuanto faltaba y me pidió que lo marcáramos en el calendario de la casa.

Seguimos hablando de Historia y de tradiciones en el Café de Tacuba, comimos unas conchas y un chocolate caliente. Sofía estaba con su pijama escondida bajo una chamarra y yo con una sonrisa de oreja a oreja por esta maravillosa experiencia.

Esta noche, visiten la iluminación del Zócalo de la Ciudad, a sus hijos les va a encantar. Después pueden merendar en cualquiera de los cafés tradicionales del Centro, como el Café de Tacuba o el Palacio de los Azulejos.

A veces, solo salir a la calle es pretexto para una aventura en esta, nuestra Ciudad ¿a poco no?

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