1.2.11

Las calles de mi corazón.


Les cuento cuál es la parte de la Ciudad que más quiero y cómo la redescubrí con Sofía. Para la tamaliza de mañana, les recomiendo regresar a los clásicos de la Ciudad.

Si me preguntaran cuál es la zona de la Ciudad que más quieres, sin duda contestaría que el Centro Histórico, más allá del nuevo auge que ha tenido esta parte del D.F. y todos los trabajos que están haciendo para recuperarla. El Centro Histórico es una zona que quiero con el corazón. Como toda relación amorosa, a veces la adoro y otras veces no la soporto, pero siempre la tengo presente y cada vez que puedo regreso a ella.


El Centro Histórico es mis recuerdos de infancia, donde mis hermanos y yo aventábamos muñecos con paracaídas que vendían en la plancha del zócalo. Era un arte hacer que el paracaídas se abriera y no se quedara atorado en los cables de alta tensión que antes había en la zona. También era ir de compras con mis tías. Cualquier cosa que quisieras a mayoreo, ibas al Centro: telas, unicel, botones, calcetines, etc. todo lo encontrabas en la tienda “El Nuevo Mundo” o en la Junco que estaba en las calles aledañas. Si me enfermaba, me llevaban a la farmacia Paris, para hacer el suministro de medicinas. Me fascinaba ver los mecanismos que había en el techo de toda la tienda, donde pequeñas cajas viajaban por el establecimiento, donde iban y venían los pedidos de los clientes. Una logística segura para atender a cientos de personas que solo en la farmacia Paris, abierta desde épocas del porfiriato, podrías encontrar lo que el médico te recetaba.

El Centro Histórico fue testigo de mi primer aventura como ayudante de Santa Clos y los Reyes Magos. Las calles Moneda, Corregidora y Pino Suárez cobraban vida entre gritos, juguetes y gente pasar con bolsas negras de cargamento. También fue testigo de mi primer asalto, pasando por la entrada de las vecindades de República de Brasil y por ende, fue mi primer enfrentamiento con la policía ante la impunidad y el miedo de ser asaltada. Era muy chica y el Centro me vio crecer.

En el Centro, en donde Donceles se vuelve Justo Sierra, compraba mis libros de la escuela. En Donceles, mis amigas de la secundaria y yo tocamos puerta a puerta para encontrar el número 85, la casa que narra Carlos Fuentes en Aura. En el Centro se rompieron ilusiones y se crearon historias de mi vida, por eso está en mi corazón.

Visitar el Centro Histórico con Sofía, cobra otra dimensión que nunca me imaginé vivir. Es como ver a través de sus ojos, el asombro de caminar por las calles y revivir de nuevo el encanto que sentía cuando era niña. Sofía camina en el Centro siempre viendo hacia arriba, como si los edificios se le vinieran encima por los años. La última vez, pasamos por el Monte de Piedad, yo nunca había entrado. Mientras pasábamos por ahí, Sofía me dijo que quería entrar y ver qué era. Cuando vimos los relojes y los anillos, tuve una necesidad de conocer las historias que había en esos anaqueles. Me acordé cuando mi padre me contó que cuando se iba a casar con mi mamá fue al Monte de Piedad a empeñar su espadín de cadete. Antes de entrar, unos coyotes lo abordaron y le quitaron el espadín a cambio de unos pocos pesos. ¿cuántas historias hay así? ¿cuántas historias de familia vivimos en la Ciudad?

Después del Monte de Piedad, caminamos por el Corredor Catedral, este corredor me sigue fascinando e intrigando. A Sofía le intrigó más, se paraba en cada aparador para ver a las figuras de Jesús y a los niños dios de todos los tamaños. Veía los cirios y me preguntaba que qué eran. Pasamos un buen rato en el Corredor Catedral, viendo las figuras, descifrando los olores de las hiervas curativas y de ritual. Disfrutamos ver a la gente pasar y hacer sus compras espirituales. 
Corredor Catedral
 Después salimos al ajetreo de Donceles, donde quedan restos de lo que antes era todo el Centro de la Ciudad: Puestos ambulantes, bocinas salientes de las tiendas que a ritmo de reggaeton promocionan sus productos, entradas y salidas de museos, coches pitando para pasar entre las calles y la gente. El estruendo urbano.

De regreso a la Plaza de la Constitución, Sofía bailó con la música de los breakdanceros que ya son toda una institución a un lado de la catedral, pegados a los chamanes que hacen limpias. Sofía no dejaba de ver a un chamán que le hacía una limpia a una señora, me jaló para que me acercara a ella y me pudiera hablar al oído en forma de secreto: “mamá, ese señor está limpiando a la señora ¿verdad?” “la esta bañando con ropa y la limpia con las hojitas ¿verdad?” Me quedé impresionada de la percepción tan simple y real de su cultura. Me queda claro que hay cosas de la cultura que ya vienen en los genes. “Sí, la está limpiando mi amor” le contesté.

No sé si el Centro de la Ciudad, vaya a significarle a Sofía lo que significa para mi. Tal vez ella encuentre otro lugar de la Ciudad que lo adopte en su corazón. Lo que sí se es que me gustó mucho redescubrir esa magia del Centro Histórico, en los ojos de mi hija. Me gustó caminar, reconocer y redescubrir mi Centro Histórico, ahora como madre.

Ustedes ¿qué parte de la Ciudad es la que más quieren? Los invito a que se la enseñen a sus hijos y la redescubran con ellos.

Para los papás: Mañana es 2 de febrero y es la tradicional tamaliza. Para seguir las tradiciones, les recomiendo que se escapen con sus hijos y disfruten una merienda en los tamales Flor de Lis, de la col. Condesa. Este establecimiento familiar que empieza en 1917 en la Colonia Santa María la Rivera; toma formalmente su curso en 1926, cuando se instalan en la calle de Amsterdam no.42 de la Condesa. Es una buena forma de que los niños conozcan los lugares clásicos de la Ciudad, además de disfrutar de un buen tamal y un delicioso champurrado!

2 comentarios:

  1. yo soy ciclista y amo recorrer el centro en bicicleta los domingos en el ciclotón. no sé si eres de las automovilistas que se enojan. :) no puedo esperar para compartir el centro histórico y las librerías de donceles con mi niño. qué bonito blog, saludos.

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  2. hola! gracias por escribir! vivir el Centro en bicicleta suena divertido! Casi no ando en coche en el Centro, me gusta más caminarlo, siento que se debe de vivir y disfrutar en la calle, fuera del coche. Soy de los millones de peatones que ves en el centro! :) Es una maravilla disfrutarlo con los hijos, espero lo puedas hacer pronto. Un saludo!

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Gracias por tu comentario. Saludos!