Después de la
presentación pudimos platicar un poco. Me preguntó que en qué
estaba trabajando y le conté de los talleres que estábamos haciendo
para vincular a niñas y niños con su entorno. Le conté que
hacíamos un taller especial para que los pequeños aprendieran a
contar en maya, me dio gusto que le gustara.
Llegamos a la plática
de nuestras hijas, Sofía y Sáasil Uj. Le conté que me había
encantado ver que le dedicaba el libro a su hija. Me dijo que sí,
que para ella lo había escrito. Y me dio todo el sentido porque
Hilario es una persona muy preocupada de su cultura, me pareció lo
más congruente que dedicara su trabajo de rescate de la lengua maya
a su hija. Le platiqué que curiosamente yo hacía lo mismo con mi
hija, trataba de vincularla al lugar donde vive, hacer valer su
cultura.
Ese día se habló
mucho de transculturalidad. Traspasar la cultural para proteger la
cultura misma. Desde nuestras esquinas, Hilario y yo buscamos lo
mismo para nuestras hijas. Desde nuestras esquinas visualizamos la
cultura del otro y la traspasamos, tomamos lo valioso de cada una,
para regresar a la original.
En la presentación de
su libro contó que una anciana de la comunidad Naranjal Poniente le
dijo que la lengua estaba enferma, que ya no se hablaba. Él en su
tesis contesta que no es difícil, solo hay que hablar la maya para
que siga viva, al hablarla se acabó el problema. Hablar en maya
significa ser hombre y mujer del maíz, conocer el monte, hacer las
tortillas, hablar desde los ancestros.
Y seguimos platicando
de nuestras hijas como dos amigos fraternos, como dos padres
preocupados por sus pequeñas. Me sigue sorprendiendo que los dos
somos tan diferentes y tan parecidos. Buscando la subsistencia de
nuestra cultura desde lo local para pasar a lo global. Nuestras hijas
serán ciudadanas del mundo, una maya y la otra chilanga, pero serán
visioneras de sus propias raíces.
Me dio gusto ver a
Hilario, me dio gusto ver a Sáasil Uj enorme, en una foto desde el
celular de su papá. Me dio gusto platicar de nuestras hijas y saber
de las batallas que libramos para que les toque un mundo mejor. Me
dio gusto reconocer que todos los papás y mamás hacemos lo mismo
desde nuestra esquina y contexto: buscamos darles raíces a nuestros
hijos. Me dio gusto recordar la Maaya T´aan.
Ki´imak u
yóol in puksi´ik´al.
Mi corazón
está contento.
Para conocer más de
“La vitalidad del Maaya T´aan”:
http://www.excelsior.com.mx/comunidad/2013/03/03/887109
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