Estoy estudiando la
Maestría en Desarrollo Humano en la Universidad Iberoamericana. Voy
poco a poco, cursando las materias que mi beca y la situación
económica en casa, me permiten cursar.
Estoy disfrutando
cada materia; encontrándole significado en mi vida. Conciliando,
compartiendo y acomodando la vida entre estudiar, trabajar con lo que
voy aprendiendo; más los primeros pasos de mi hijo de un año y las
pláticas de secundaria, de mi hija de 12.
Un momento más que
interesante. Diría, perfecto. La Maestría no podría haber sido en
otro momento, como si me estuviera preparando para éste mar de
emociones.
Lo que hasta ahora
he entendido, y experimentado que es el desarrollo humano, es entrar
en contacto con la mejor versión de mí. Así todos los seres
humanos. Que entren en contacto con su mejor versión; darse cuenta
que siempre estuvo ahí. Éste es una visión que forma parte de la
Psicología Humanista.
Dentro de ésta
propuesta de pensamiento, está Carl Rogers, quien trabaja el Enfoque
centrado en la Persona; que es un acompañamiento para que justamente
la persona entre en contacto consigo misma y pueda descubrir su
propia sabiduría.
Según Rogers, hay
tres condiciones que el terapeuta, o facilitador debe practicar para
que la persona se de cuenta de su posibilidad de cambio, de su
potencial. Las condiciones son: aceptación, empatía y congruencia.
La aceptación se refiere a aceptar a la otra persona tal y como es,
no quererla cambiar. Empatía es comprender por lo que está pasando
la otra persona, como si yo también estuviera viviendo esa
situación; muy importante no olvidar el “como si”; sin dejar de
ser yo, trato de experimentar lo que está sintiendo la otra persona.
Congruencia es dar el ejemplo con los actos, no con las palabras; ser
completamente auténtico.
Mientras más
estudio éstas condiciones que propone Rogers en la terapia y en la
enseñanza (Rogers fue maestro por mucho tiempo, de hecho decía que
los alumnos deberían de aprender a aprender, que descubrieran su
sabiduría interior), Me queda claro que también puede haber una
vinculación directa del Enfoque Centrado en la Persona con la
Crianza.
Ser papás y mamás
que aceptamos, sentimos empatía por nuestros hijos. Ser congruentes
en nuestra propia vida, para enseñar con el ejemplo.
Me escucho y en
algún momento suena como a discurso de superación personal o de
escuela para padres. No me quejo de ninguna de las dos, pero a veces
suena muy abstracto, como sólo una idea que se escucha muy bien;
como una meta que pareciera inalcanzable. ¿Qué tan congruente puedo
ser, si a veces me descubro que me contradigo a cada rato? ¿Cómo
puedo ser empática a las 9 de la noche, cuando estoy cansada y
siento que el día no va terminar? ¿Cómo puedo aceptar a mi hijo o
a mi hija, si estoy viendo que está cometiendo un error?
Lo que a mi me ha
funcionado, es primero hacer éstas condiciones en mí: aceptar mis
errores, ser empática conmigo, ser amorosa. Estar atenta de mis
incongruencias y ver cuáles puedo ir cambiando poco a poco. Un día
a la vez.
A veces me sale, a
veces no. Cuando me sale, trato de descubrir cómo le hice. Cuando no
me sale, me abrazo muy fuerte y pienso que mañana será otro día,
otra oportunidad.
Me centro en mí. En
mi condición de persona. En mí, siendo humana.
Encuentro que esto
de la crianza, también es un día a la vez.