Les platico qué lugar histórico
conocimos este fin de semana. Les recomiendo un restaurante en el
Centro y les cuento nuestro aventura en el metro.
Le dije a Sofía que nos íbamos en
metro. Rápidamente corrió al closet y sacó un vestido con
crinolina, me lo enseñó y me dijo con un tono que solo ella sabe
hacer “ándale, solo por hoy”. Le volví a explicar que iríamos
en metro, que le daría mucho calor. Era domingo, íbamos a festejar
a su tío y además, le encantaba ese vestido. Entró al metro con
crinolina.
El festejo empezaba en el Templo de San
Hipólito, ubicado en Reforma y Avenida Hidalgo, en el Centro.
Siempre que paso por ahí veo mucha gente. Sabía que es el templo de
San Judas Tadeo y que todos los devotos a San Judas se concentran en
este templo para pedir o agradecer una causa difícil. Me llamaba la
atención entrar, pero no se había dado hasta ahora.
Entramos al Templo. Si por afuera se ve
enorme, por adentro pierdes la dimensión. Había mucha gente porque
aparte se acercaban los festejos del 28 (día de San Judas Tadeo) y
aún así, sobraba espacio para que entraran más fieles. Por un
tiempo fue considerado la iglesia más grande de la Ciudad.
En este
lugar se desarrolló la batalla de la noche triste, donde perdieron
la vida un gran número de soldados españoles contra los guerreros
de Tenochtitlán. Construyeron el templo en ese lugar, por el
recuerdo de los soldados caídos. Con esa historia, con esa vibra,
sigue siendo uno de los lugares más importantes para los católicos
citadinos. Ahora, Sofía y yo conocíamos el lugar.
En las puertas del Templo hay jóvenes,
señores, señoras, niñas vestidas de San Judas Tadeo. Todos están
formados repartiendo flores, dulces, figuras de San Judas, pulseras y
otros regalos más. Mi hermano me explicó que los regalaban en
agradecimiento de que San Judas les cumplió un milagro, así que esa
dádiva se tenía que regresar. Sofía feliz con las paletas que le
regalaban, yo muy interesada de este sentimiento de comunidad,
tratando de entender este espacio de mi ciudad.
Se celebró la misa. Sinceramente, hace
mucho que no asistía a una iglesia. Desde la Universidad me interesé
más en entender al Jesús Histórico que al Religioso. Lo que me
quedó claro el domingo, en esta experiencia cultural, es que vale la
pena estar en contacto con lo espiritual, con la religión o creencia
que sea, pero encontrar un espacio de meditación. Me di cuenta que
ese espacio místico se lo quiero plasmar a mi hija. Que esté en
contacto con su ser espiritual. ¿ustedes, qué opinan sobre este
tema?
Todos los asistentes al Templo llevaban
un San Judas Tadeo, no importaba el tamaño o el material. Una señora
llevaba un San Judas en origami, me sorprendió el trabajo en papel,
cada detalle del Santo estaba ahí. Al final de la misa, todos
levantaron a sus Santos para bendecirlos. Salimos y la repartición
de dulces, pulseras y flores seguía, pero ahora eran otras personas.
Otros fieles que agradecían a San Juditas.
Salimos de San Hipólito y entramos al
metro, con todo y crinolina. Nos bajamos en la estación Pino Suárez
para caminar un poco hacia la calle de Mesones. Aquí hago un
paréntesis enorme porque no conocía esta calle y me parece
importante compartir el dato: todo lo que necesiten de papelería
está en la calle de Mesones. Es el mundo de la papelería y la
mercería. ¡Yo me quedé con ganas de regresar solo a ver qué
venden para la escuela de mi hija!
Seguimos caminando por la calle de
Mesones, hasta llegar al número 171, al restaurante Al Andalus.
Entramos a una casona antigua donde los sabores árabes se dejaban
disfrutar sin ningún capricho. Nos sentamos en la terraza y en
cuanto nos instalamos, empezaron a llevar los platillos: jocoque,
humus (garbanzo molido) , kepe crudo (carne cruda), kepe bola,
babaganush (berenjena molida), tacos de cordero. Comimos, comimos y
comimos. Sofía fue feliz con el jocoque, el arroz con lentejas y las
papás hervidas sazonadas al ajillo.
Llegaron los postres. Una charola llena
de dedos de novia y más dulces típicos a base de pistache, hojaldra
y miel. Un pastel de chocolate, uno de nuez y uno de manzana.
Seguimos comiendo. Para el café, pedí un café turco. Me gustó
porque sabía fuerte, pero nada que me dejara temblando hasta las dos
de la mañana.
Cuando estábamos terminando, Sofía me
dijo que había visto a una amiguita de la escuela. Yo no vi a nadie,
así que le dije que se estaba confundiendo. De pronto apareció en
la mesa. Sí era su amiguita de la escuela, se saludaron y se
pusieron a jugar. Cuando las vi juntas se me escapó una sonrisa: Las
dos traían vestidos de crinolina.
Para los papás: Si van Al Andalus, les
recomiendo que pidan el vino tinto libanés. A mi me gustó porque
tenía un sabor fuerte, que me combinaba muy bien con los sabores de
los alimentos. Para después del café, pidan el anís de la casa con
un poco de agua y hielo, es una bebida tradicional. Me pareció muy
refrescante y con un buen nivel para seguir la tarde de domingo.
Les dejo este video que encontré, para
que ¡se les antoje más!