Debo ser
sincera, el tema me está costando trabajo. No es un tema menor,
tampoco es sencillo. Es algo que toca mis entrañas, mi sentido de
vida. Las protestas del 25 de noviembre, en la Ciudad de México,
para erradicar la violencia contra las mujeres. Me cuesta trabajo el
tema. Procesarlo, tratar de entender, asimilarlo.
Hay
algo que no me convence. Hay algo en todo éste panorama, que mi
intuición prende su foco rojo. Ese que cuestiona, que entra en
conflicto, que no se la cree.
Por
un lado, la idea de que violencia genera violencia. El enojo es
necesario, el alzar la voz es fundamental. El caer en estados
alterados de conciencia por el enojo; el violentar en grupo, me causa
ruido porque eso es lo hegemónico que se está poniendo en disputa.
No hacernos valer como seres humanos, sino como un grupo que puede
ser violentado, ahora solo puesto del otro lado, un grupo que puede
violentar.
La
violencia se da desde un esquema machista. Violencia es violencia,
sin importar el género que la establezca. Violencia es un paradigma
hegemónico machista, sin importar qué sexo lo ejerza.
De
violencia no hablo de pintar monumentos. Una parte de mí se
cuestiona la finalidad de pintar monumentos, más allá del
significado de señalar al Estado. La ciudad también soy yo, los
monumentos también son de mi hijo y mi hija; no solo se reducen al
Estado. Pero lo entiendo, hay que hacer el acto de señalar y así
salió.
De
la violencia que hablo, no está ahí, en pintar monumentos. Es la
energía que queda en mí cuando cometo un acto de violencia; esa
sensación de que el Ego se ensancha, se sacia con un químico
mental, se llena de adrenalina, hace que mueva todo mi cuerpo, y que
destruya justificando que es mi derecho a expresarme. Pupilas
dilatas, corazón latiendo más rápido, sensación de poder, la
acción de abusar de ese poder. Esa violencia que destruye y solo
rebota en mí. Va creciendo en mi interior, buscando otra dosis
porque se sintió bien. Sí, fuí mujer generadora de violencia, se
cómo se siente, conozco las consecuencias del abuso del poder.
Hermanas Mirabal. ONU Mujeres |
La
violencia destruye. El enojo propone. Mi enojo recuerda a las
hermanas Mirabal, activistas asesinadas en República Dominicana, un
25 de noviembre de 1960; así la ONU decreta como día para eliminar
la violencia contra las mujeres. Mi enojo abraza el recuerdo de las
mujeres que no llegaron a casa, o que en casa las mataron. Mi enojo
visibiliza la búsqueda de la definición a partir de lo que
establece el hombre, tanto en libertad como en sumisión; es hora de
dejar de demostrar al hombre lo que puedo o no puedo hacer. Ya se que
puedo gritar, desgarrar, pegar. El tema es creérmela que puedo,
honrarme a mí misma.
La
violencia hace que todo se quede en una experiencia, es fugaz. El
enojo me lleva a querer actuar, a hacerme responsable.
Me
hago responsable de mis introyectos, de aquellas historias que me
creí, de la educación que decidí obedecer y que poco a poco estoy
aprendiendo a desobedecer y conectarme conmigo.
Me
hago responsable de mi hija. Que no busque quién la cuide (ni un
hombre, ni una mujer, ni el Estado), sino que se ame tanto, que sepa
que ella tiene la capacidad de cuidarse a si misma; sin dejar de
tener una relación nutricia con quienes le rodean.
Me
hago responsable de mi lugar en la sociedad. Acompañar a mujeres en
su propio proceso de transformación.
Me
hago responsable de mi legado histórico. Agradezco al primer
movimiento feminista por sacar la violencia del entorno familiar,
para evidenciarlo a nivel social. Me hago responsable de llevar ésta
voz de regreso al entorno familiar; no para ocultar la violencia,
sino para transformarla desde la Ética, desde mis propios actos,
desde mi propia casa.
Me
hago responsable. Lo asumo. Lo honro.