Sinceramente no
soy muy fan de las plazas comerciales. Solo voy para lo que necesito
comprar y nada más, pero el fin de semana pasado, fuimos mi hija, mi
hijo y yo al cine en Antara, y tuvimos un momento interesante.
Llegamos
directamente a la película, casi siempre le hacemos así para
saltarnos los veinte minutos de anuncios. Vimos la película de “Los
jóvenes Titanes” que por cierto, está divertidísima; mi hija y
yo nos reíamos a carcajadas, mientras mi hijo estaba muy tranquilo
en el rebozo. Estaba tan placido en su bolita de tela, que una señora
se acercó y me preguntó si era un bebé de verdad el que tenía
cargando. Y es que el bebé dormía tan profundo, que no se movió en
ningún momento. Me encanta el rebozo. En fin, salimos del cine y en
cuanto salimos, le dio hambre al bebé, así que antes de emprender
camino a casa, hicimos una pausa para darle de comer. Nos quedamos un
rato más en Antara.
Hace años no me
sentaba en una banca de una plaza comercial. Me acordé de mis
tiempos de secundaria, eran de mis primeras salidas sin papás, ni
mamás. Recordé dar vueltas y vueltas por Centro Coyoacán (que no
era lo mismo que El Centro de Coyoacán, donde estaba “los
hippies”, como decían mis amigas). Caminábamos por la plaza sin
ninguna intención más que echar relajo, ver algún chico que pasara
por ahí y empezar a vivir el mundo por nosotras mismas, sin ningún
adulto cerca. Esos recuerdos me llevaron a pensar en que mi hija
pronto vivirá lo mismo: salir a pasear a la Plaza con sus amigas.
Así estábamos
sentadas en Antara. Pensando, recordando, platicando. El tiempo se
paró, no compramos nada, nos sentamos en una banca. Mientras mi hijo
tomaba su leche, Sofía y yo platicamos de libros, películas y la
vida. Encontré, en ese momento, un buen espacio de encuentro con mi
hija.
Me reencontré
con una plaza comercial. Me la pasé bien en Antara.
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